«Cuando los hombres buscan la diversidad, viajan.»
Wenceslao Fernández Flórez (1885 – 1964).
Vivimos en un mundo cada vez más globalizado y conectado, donde la información y la tecnología avanzan más rápido que nosotros y podemos acceder a realidades que se dan en la otra punta del mundo con sólo tocar un botón. En este mundo de lo estandarizado, de lo igualitario, de lo internacional… nuestras diferencias son únicas y de un valor incalculable. Hay que aprender a abrazarlas, apreciarlas y enriquecernos con ellas; ya que identificarlas y comprenderlas nos hacen a todos más humanos.
Lo maravilloso de viajar es justamente eso: descubrir y vivir realidades distintas a las propias de las que nutrirse y crecer. Lo más importante es ir siempre con la mente abierta, evaluar (que no juzgar) y eliminar ese iluso y egocéntrico pensamiento de «lo que tengo en casa es mejor».
Me doy cuenta ahora de que en mis anteriores viajes no acabé de permitírmelo como lo he hecho con Argentina. Allí conviví con lo local prácticamente 24 horas durante 5 meses, comí con ello, dormí en la misma habitación, asistí a clase, salí de fiesta y me sumergí en su cultura como en ninguna otra. Esas personitas tan increíbles que he tenido la oportunidad de conocer me han descubierto una Argentina que probablemente no habría podido experimentar como un «turista normal». Quizá desde España tenemos la mala costumbre de pensar que, por nuestro pasado colonial, Sudamérica se asemeja mucho a nosotros y aunque en algún aspecto es así, afortunadamente cada país se ha creado su propia identidad y tiene un millón de características y particularidades únicas que admirar y disfrutar con calma.
En este artículo comparto alguna de estas diferencias y curiosidades que hacen a Argentina un país único e inigualable y que he llegado a sentir también como propio. Algunas carecen de verdadera importancia y no son más que anécdotas y otras constituyen un verdadero choque cultural:
índice de contenidos
- 1. Un nuevo lenguaje.
- 2. Un vaso de agua con gas con el café.
- 3. No tienen Amazon.
- 4. Un solo beso al saludar y besos con hombres.
- 5. Mate.
- 6. Conectividad.
- 7. Fútbol.
- 8. Fernet.
- 9. Educación y sanidad públicas.
- 10. Se «maneja» fatal y no se respeta al peatón.
- 11. No hay trenes de alta velocidad.
- 12. Los cortes de las carnes son distintos.
- 13. Los carteles de las calles y los semáforos.
- 14. Los monopatines de pago.
- 15. La gente es súper deportista.
- 16. «Se puede» fumar en las discotecas.
- 17. Fila para subir al autobús.
- 18. Los paseadores de perros.
- 19. Comen muy pronto y cenan muy tarde.
- 20. Los vendedores del tren y metro.
- 21. Las taquillas de los «supers» van con euros.
- 22. La zona horaria.
- 23. Odio a los chilenos.
- 24. Pastillas de jabón.
- 25. Hay mucha gente de derechas.
- 26. Típex.
- 27. Se creen que los franceses son unos guarros.
- 28. Nombres y apellidos.
- 29. Se sale de fiesta mucho más tarde.
- 30. Novatadas en las graduaciones.
1. Un nuevo lenguaje.
Bufff, ¿por dónde empiezo? Desde un principio ya tenía claro que el español o castellano de Argentina sería distinto al de España. Esto es algo bastante obvio pues aunque compartamos una misma base lingüística, las influencias que ha recibido y las realidades que ha afrontado cada país posteriormente son distintas y por tanto en cada zona se han adoptado palabras y expresiones diferentes para nombrar cada cosa y realidad. Esto es algo que ocurre comúnmente dentro de cada país e incluso dentro de cada provincia así que no sería de extrañar que en Argentina hablaran diferente a España. Lo que no me esperaba es que hubiese tantas, tantísimas diferencias. De hecho, he tenido la oportunidad de conocer a gente de otros países de Latinoamérica y esto es algo en lo que coincidimos la mayoría: en Argentina hablan de forma muy distinta y no sabemos de dónde han sacado esas expresiones.
Para empezar, utilizan las conjugaciones y formas verbales de una forma muy diferente:
Su segunda persona del singular es «vos» (en vez de tú) y la segunda del plural es «ustedes» (en vez de vosotros). Esto no sólo aporta una excesiva formalidad a la conversación – a cualquiera parece que le estés tratando de vos, vuestra majestad y ustedes, caballeros – sino que, para hablar correctamente y con propiedad, esto te obliga a utilizar las formas verbales correspondientes a vos y ustedes. Así, en vez de decir vosotros cantáis, hay que decir ustedes cantan. Además, otra curiosidad que se da con la segunda persona del plural es que por alguna razón han decidido cambiar de sílaba el acento y la tilde de los verbos en presente de indicativo e imperativo. Me explico: en vez de decir tú cantas, hablas, corres, ríes, etc. dicen vos cantás, hablás, corrés, reís, etc.
Otra curiosidad a tener en cuenta con los verbos es que han eliminado por completo el uso del pretérito perfecto compuesto y en su defecto, para hablar de algo ocurrido en el pasado, usan exclusivamente el pretérito perfecto simple. La verdad es que es tremendamente fácil acostumbrarse a esto (a diferencia de con el vos y el ustedes) porque es cierto que, en lingüística, se acostumbra a reducir y agilizar cada vez más nuestra forma de hablar, intentando siempre expresar el máximo de información en el mínimo tiempo posible. En este aspecto, es muy cómodo decir siempre yo comí, yo canté, yo corrí… pero para mi gusto, también se pierde el sentido de la precisión temporal. En España, utilizaríamos «he comido» si nos referimos a hoy, a esta mañana, este mediodía; a un momento temporal relativamente cercano o también si efectivamente ese plato al que nos estamos refiriendo ya lo habíamos probado con anterioridad. En Argentina «no importa» el contexto temporal porque siempre van a decir «yo comí».

Si dejamos de lado los verbos y nos metemos de lleno en el vocabulario y las expresiones, es una locura la cantidad de cosas que se dicen diferente. Sobretodo, hay dos grupos de substantivos que me han traído más de un quebradero de cabeza: la ropa y la comida:
La ropa: Una remera es una camiseta, una pollera es una falda, un saco es una americana, malla (bañador), medias (calcetines), bombachas (bragas, ropa interior femenina), corpiño (sostén, sujetador), musculosa (camiseta de tirantes o sin mangas), campera (chaqueta), sunga (bañador masculino tipo slip), suéter (jersey), medibachas (panties), lentes (gafas), antiparras (gafas de natación), ojotas (chanclas tipo para meter el dedo), impermeable (chubasquero), chomba (polo), buzo (sudadera) etc.
La comida: Chauchas (judías verdes), arvejas (guisantes), frutilla (fresa), ananá (piña), banana (plátano) Aquí quiero aclarar que en España, la banana y el plátano, son distintos, la primera es más grande que la otra. Batata (boniato), papas (patatas, depende de la región, también son papas en España), zapallo (calabaza), zapallito (aguacate), pancho (perrito caliente, hot dog), durazno (melocotón), bife de chorizo (sería algo entre bistec y entrecot), facturas (dulces, pastelería tipo croissant, napolitana, etc.), maní (cacahuete), choclo (maíz), pochoclos (palomitas), chancho (cerdo), carne (ternera, en España «carne» puede ser de cualquier animal), morrón (pimiento verde o rojo), etc. No veas tú el primer día que fui a la compra qué lío.
De algunas palabras me ocurre que puedo percibir de alguna forma su origen o el sentido de su existencia pero de otras, simplemente no comprendo de dónde han salido y a través de qué evolución lingüística han llegado hasta ese sustantivo, como en el caso de la ropa. Por favor, si hay algún lingüista por ahí que me lo quiera explicar, se lo agradeceré mucho.
Os dejo otras palabras y algunas expresiones que he ido aprendiendo y me he ido anotando porque me han parecido curiosísimas: colectivo o bondi (autobús), recibirse (licenciarse), pasantía (práctica profesional), alguien o algo piola (guay, majo), pintar algo (apetecer), machete (chuleta, copia en un examen), machetear (hacerse chuletas, copiar), vereda (acera), asadera (bandeja), petiso (pequeño, bajito), broches (pinzas para la ropa), hacerse el canchero (hacerse el chulo), quilombo (follón), tiracacas (culo; expresión infantil), ser un gato (ir de flor en flor), papelonero o hacer el papelón (bochornoso, sobredramatizar), chupar (beber alcohol), tomar (beber), pileta (piscina), pelopincho (piscina inflable), cucheta (literas), wachiturro/a (cani/choni), re contra (muy mucho), mucama (camarera de piso), pava (tetera), chamullar o chamuyar (hablar y en ciertas situaciones «ligar»), ser mufa (ser pájaro de mal agüero), canilla (grifo), bacha (lavadero y/o fregadero), tener una lija (tener un hambre), patova (portero o segurata de la discoteca), boliche (discoteca), estar trabado (ser musculoso, estar buenorro), chivar y estar chivado (sudar y estar sudado), gede (raro o pesado), bancarse algo o alguien (apoyarlo, aceptarlo, gustar), estar en el horno (estar acabado, no haber nada que hacer), ser careta (ser un falso), 1 gamba (100 pesos, proviene del italiano), 1 palo (1 millón de pesos), X mangos (X pesos), tincho (snob), chata (camioneta), tano (italiano), gallego (español), estar en pedo (estar borracho), estar al pedo (hacer el vago, no pegar ni golpe), terminar (siempre usar esta porque acabar significa eyacular).
Todas estas son coloquialismos, frases hechas y palabras provenientes del lunfardo, ese dialecto mezcla de las lenguas precolombinas y europeas del cual ya os hablé en mi primer artículo sobre Argentina. Hay muchas más pero tampoco os voy a poner todas porque sería un artículo exclusivamente de lingüística y además he dejado fuera todos los insultos y palabras malsonantes, que si en España tenemos, en Argentina tampoco se quedan cortos.
Por último, os quiero mencionar un par de características más del lenguaje argentino que lo hacen algo único:
Les llega una fuerte influencia de los Estados Unidos. Yo sé que en España hacemos lo que nos da la gana con el inglés, adoptamos las palabras inglesas cuando nos parece y a veces las pronunciamos literalmente como se escriben. Así nos quedan un montón de cosas, de las cuales nos hacen burla en el resto del mundo, pero a las cuales estamos tan acostumbrados que sería demasiado esfuerzo cambiar; como por ejemplo: WIFI (leído tal cual con i), spiderman (leído como espiderman), Hermione (que hace poco me he enterado se pronuncia ermayoni) y una larga lista de etcéteras. Esto en Argentina y en Latinoamérica no suele suceder porque, como decía, tienen muchísima influencia de los Estados Unidos (mucha más que nosotros) y pronuncian los vocablos en inglés como se deben pronunciar. Pero y aquí llega el pero; a veces con esto de la influencia «americana» se pasan un poco y empiezan a darles tintes ingleses a palabras que ya existen en español. Un buen ejemplo es freezer (congelador). Esto es algo que me molesta muchísimo porque de alguna forma implica una pérdida de identidad flagrante. No voy a malgastar más «tinta» en esto porque como digo, en España hacemos un poco lo que nos da la gana pero no me gusta que una lengua tan rica como el español evolucione de esta forma.
No diferencian entre la c, la z y la s y lo pronuncian todo con s. La verdad es que esto no chirría demasiado en mi mente, es algo a lo que ya me he acostumbrado. Hablar de cazuela o de casuela, decir cocina o cosinar (escrito mal para que se entienda) no genera una gran diferencia y te voy a entender igual. Ahora bien, me hace muchísima gracia que cuando algún argentino o sudamericano nos imite o parodie (de lo más común estando entre hispanohablantes de distintos países) lo pronuncien todo con z porque, según ellos, hablamos todo el tiempo con z. No es así, al menos los que tenemos un acento relativamente neutro. En España sí diferenciamos estos tres sonidos (en casi todas las regiones) porque fonéticamente son distintos. No es lo mismo «casa» que «caza». Si nos escuchan pronunciar z es porque esa palabra se escribe o con z o con c, que fonéticamente tienen el sonido z. No estoy diciendo, en absoluto, que nosotros hablemos mejor. Comprendo que son dialectos distintos con formas de pronunciar distintas pero a veces simplemente no entiendo a qué viene tanta risa.
Tienen tonada. Recuerdo que estando en secundaria, nuestra profesora de inglés siempre nos echaba la bronca porque pronunciábamos y entonábamos igual que en español. Si no tenéis el oído demasiado acostumbrado al inglés, os cuento que en este idioma, las frases y las palabras tienen sílabas o puntos de entonación más fuertes que otros. En español, todas las palabras de una frase tienen el mismo tempo, la misma energía que la siguiente. En inglés, hay como una especie de onda que sube y baja mientras pronuncias la frase, es como si de alguna manera estuviesen cantando todo el tiempo. Pues lo curioso y maravilloso del español argentino, es que esto también sucede y se dice que hablan con tonada. A los porteños prácticamente no se les nota, pero si conocéis a alguien de Córdoba o de alguna provincia del norte, esto es muy evidente. Y es genial, porque ahora que lo conozco y puedo compararlo, puedo darle la razón a mi profesora de inglés. En español de España parece que hablemos de forma seca y si tenemos una emoción, esta se va a hacer notar en toda la frase. Por otro lado, esto nos permite hablar mucho más rápido, algo que sé confunde a muchos hispanohablantes. Ellos no tienen esa capacidad porque tienen que seguir la onda de la frase que hace un camino mucho más largo que no hablar con un tempo recto.
2. Un vaso de agua con gas con el café.
Lo del café es siempre algo muy curioso porque una cosa aparentemente tan sencilla y pequeña tiene infinidad de variantes y formas de tomarse. Esto ya lo comenté en su día en el post sobre Florencia pero, por ejemplo, si en Italia pedís un café con hielo, os traerán un café normal y un vaso lleno hasta arriba de cubitos de hielo. No comprenden o no es «lo normal» para ellos que alguien quiera tomarse un café con dos o tres cubitos de hielo para refrescarse como se hace en verano en España. Bueno pues en Argentina tienen otra tradición respecto al café que es también de lo más peculiar:
El primer día que llegué a Buenos Aires estaba tan cansado y me apetecía tan poco cocinar que fui a comer a un restaurante de mi barrio. De postre me pedí un cortado y el camarero me trajo la taza y un vaso pequeño con agua. Yo pensé que quizá era para echárselo al café y aguarlo un poco más porque siempre hay gente que le gusta más largo. El caso es que no le di mayor importancia, lo dejé de lado, pagué y me fui. Otro día, comiendo con unos compañeros de clase, me pedí otro cortado y me trajeron otro vaso de agua. Aquella segunda vez, me fijé mejor y vi que aquel agua era burbujeante, ¡era agua con gas! Tuve que preguntar a mis amigos, claro, porque mi hipótesis inicial quedaba totalmente descartada, ¿cómo le ibas a echar al café agua con gas? Al final resultó que aquel vaso de agua era para aclararse la garganta y enjuagarse la boca después del café. Es básicamente una cuestión de higiene aunque, personalmente, me agrada el regustillo de café que queda en la boca y no llegué a usar nunca el vaso.

3. No tienen Amazon.
Sí, lo sé: ¡¿Cómo sobreviven sin Amazon?! Estoy bromeando, por supuesto. Aunque no es completamente indispensable para nuestra supervivencia, la verdad es que el monstruo del comercio online nos ha facilitado muchísimo la vida. En mi casa, al menos, estoy acostumbrado a que si no encuentro lo que estoy buscando en las tiendas físicas, automáticamente lo pido en Amazon y en un día (tenemos cuenta Prime) lo tengo en casa. Fácil y rápido. Lo empezamos a utilizar sobretodo para comprar libros y películas o algún aparatejo tecnológico venido del gigante asiático pero últimamente compramos tantas cosas, para nosotros y nuestros amigos, que nuestra casa ya parece la central de correos. Apunte: no me pagan por publicitarlo, es que nos encanta…
Como bien decía, en Argentina esto no lo tienen. Lo descubrí un día de casualidad; no sé de qué estábamos hablando con mis compañeros de residencia pero alguien quería comprar algo que no encontraba y yo, inocentemente, usé esa frase que se ha vuelto tan básica en mi vida: «ah pues búscalo en Amazon». Alguien se rió, se giró y me dijo que allá no tenían Amazon. ¡¿Cómo?! Pero no se trataba sólo de Amazon; por lo que sé, Argentina arrastra todavía un cierre/bloqueo comercial impuesto en el siglo pasado que no permite que muchos productos extranjeros de los que disfrutamos en Europa o incluso en países vecinos como Uruguay o Chile, entren en el país. Y hablo de Amazon pero también hablo de grandes cadenas alimentarias como Telepizza o incluso dibujos animados que fueron prohibidos como Doraemon (de verdad, la mayoría no lo conoce). Aun así, Argentina no es una autarquía completa y de algunos cambios no se han podido «librar»: la gente come en McDonalds, toma café en Starbucks y lleva Iphones de última generación, pero para la gran mayoría de cosas, han desarrollado sus alternativas nacionales. Concretamente, «su Amazon» es Mercadolibre.com.ar. Ciertamente, no he echado demasiado en falta los productos y cadenas internacionales que estaba habituado a consumir pues he encontrado siempre una alternativa argentina, lo que me ha permitido sumergirme y disfrutar de la verdadera cultura nacional.
Eso sí, ¡que alguien me envíe un buen pedazo de jamón ibérico por favor!.
4. Un solo beso al saludar y besos con hombres.
Esto no fue una graaaan sorpresa. Cualquiera que haya viajado o leído mínimamente, sabrá que la cultura del beso es distinta en cada país. En Argentina y si no me equivoco, en todo el continente americano, se da un solo beso al saludar. Pero aunque lo sepas, es curioso darse cuenta de cuan profundamente arraigadas están tus tradiciones y cuánto cuesta cambiarlas. En España, lo normal son dos besos y cuantas veces no me habrá pasado el sentir que me quedo a medias o simplemente forzar el segundo beso y automáticamente tener que disculparme y explicar que en mi país es así. No me quiero ni imaginar lo que deben de sentir los franceses porque allí se dan tres besos. Afortunadamente, toda la gente que me he encontrado está habituada a tratar con extranjeros y/o sabe lo de los dos besos y no se lo toman mal; pero para uno mismo puede resultar, al principio, algo incómodo.
Lo que me ha parecido mucho más chocante es lo de los besos con hombres. No sé si esto se trata de algo mío personal o es también una tradición generalizada en España pero jamás he saludado a mis amigos o conocidos hombre con un beso y mucho menos a alguien que acabo de conocer. Siempre se da la mano o si tienes confianza, un abrazo, choque de puños o cualquier otro saludo informal. Sólo beso a mis parientes hombre más cercanos, a aquellos que básicamente me han criado como mi padre o mi abuelo; incluso a mis familiares algo más «lejanos» les doy la mano. Por eso me pareció tan extraño que mis nuevos amigos, al presentarse, me besaran en la mejilla. Por supuesto me acabé acostumbrando pero fue muy raro al principio.
5. Mate.
Lo del Mate es algo que me tiene completamente fascinado. Como ya publiqué en mi primer artículo desde Argentina, el Mate es la bebida nacional y se trata de una especie de té de hierbas súper amargo. Me sorprendió especialmente que no se tomara en bares o restaurantes, sino que fuera algo casero. Quizá es porque, en general, cuando hablamos de un plato o una bebida tradicional, acostumbramos a pensar que la podemos consumir en cualquier parte y en este caso, no es así. Como decía: es algo casero; se compran las hierbas en el supermercado (hay infinidad de variedades) y se prepara con agua caliente pero no hirviendo en un recipiente especial tradicionalmente hecho de calabaza secada y esmaltada, también llamado mate, del cual se bebe con una especie de pajita metálica especialmente diseñada para ello. Más allá del sabor, que me ha costado meses acabarle de coger el gustillo del todo, lo interesante es toda esa cultura extensa que existe alrededor de su preparación y consumo. Tienen como una especie de zurrón para transportar el termo con el agua, el mate recipiente y la hierba y en algunos sitios hay incluso máquinas expendedoras de agua caliente para prepararlo. Los iniciados y algunos autóctonos lo toman con azúcar o stevia, para paliar un poco ese amargor pero para los «verdaderos argentinos» esto es prácticamente un crimen. Pero lo más bonito del mate es su componente social, disruptivo. El ver cómo preparan el mate y se lo van pasando de compañero en compañero y con el profesor, en medio de clase, quedará para siempre en mi memoria. Los más puristas dirán incluso que se debe agarrar el mate con una mano en especial. Es como una especie de ritual completamente arraigado en su cultura del que no podrás escapar a probar. Eso sí, si lo probáis y no os gusta, al devolver el recipiente debéis dar las gracias, lo que significa que ya no os apetece más. Ah y no os penséis que porque llegue el verano y el asfixiante calor porteño, dejan de tomarlo. ¡En absoluto! Mate en cualquier estación. Eso sí, se han inventado una maravillosa alternativa veraniega llamada tereré: hierba mate en el recipiente mate con hielo y jugo (zumo) de frutas, generalmente de naranja. ¡Ummm este sí, qué rico!

La tradición del mate es algo que comparten además con las vecinas Uruguay y Paraguay y como no, hay una especie de disputa histórica para ver qué país lo inventó realmente. Sea como fuere, creo que no podría pensar en mi experiencia Erasmus sin pensar en el Mate.
6. Conectividad.
En España estamos tan «mal acostumbrados» en este aspecto. Ya no digo en Europa pues España es uno de los países con mejor y sobretodo mayor infraestructura de telecomunicaciones y conexión a Internet del mundo. No estamos a la altura de Japón, ni mucho menos, pero si Barcelona es la sede del Mobile World Congress será por algo. Y ya no hablo de si tenemos WIFI en casa o en los sitios públicos o en cuantos sitios «pillas» 4G (por cierto que ya han empezado a implementar el 5G). Hablo de los planes y contratos que te ofrecen las compañías telefónicas. Por muy poquito dinero, puedes estar siempre conectado. Por ejemplo, en la compañía Simyo yo pago 12 euros y tengo 12 GB más gigas que no gasto de otros meses y voy acumulando. Hay meses que he llegado a tener hasta 30GB. Además, la competencia siempre favorece mucho a los clientes y es que en los últimos años han proliferado decenas de compañías que ofertan infinitas alternativas a las clásicas Movistar (antes Telefónica) y Vodafone. Como se suele decir, uno se acostumbra a lo bueno muy rápido y se olvida muy fácilmente de que esto puede no ser así en todos lados.
En Argentina, pagaba la mitad que en España pero sólo tenía 2GB de Internet. No digo que el servicio sea malo pero la infraestructura no es la misma. Imagino que también será más complicado acá por el tamaño del país, el relieve y muchos otros condicionantes. Por supuesto, todo es acostumbrarse. Por suerte la conexión WIFI de la residencia es excelente y no me han faltado megas. También, el disponer de menor conexión ha permitido desengancharme un poco pues reconozco que perdía muchas horas conectado a Internet. Incluso creo que me van a sobrar megas cuando vuelva a casa… En general, aunque no me ha costado sobrellevarlo, es cierto que el tema conectividad ha sido una de las cosas que más diferencia he notado.
7. Fútbol.
Yo, que nunca he sido amante del fútbol, pensaba que en España estábamos locos por seguir tan fervientemente un deporte donde «11 tíos golpean una pelota». Ay inocente de mí… Si igual que yo, pensabais que tenemos afición por el fútbol, deberíais pisar Argentina algún día. Ya no hablo sólo de que sea el tema de conversación imperante y lo único que se permite ver en la televisión sino del comportamiento de la afición en los partidos. Los argentinos dicen que los europeos somos muy aburridos y «demasiado civilizados» en los estadios y no me extraña viendo cómo son ellos. Cánticos y más cánticos se suceden a grito pelado durante los 90 y muy pico minutos de cada partido. Corre por ahí, incluso, el rumor de que se puede notar como la grada se mueve bajo tus pies de tanto que saltan los aficionados. Uno de mis compañeros de residencia llegó a decirme una vez que lo bonito de ir a ver el fútbol no era el partido en sí mismo, sino la emoción de estar allí y ver el espectáculo que formaba la gente. Con los meses he ido descubriendo además como dicha afición y el apoyo incondicional por su equipo y su selección se hacía patente en todos los deportes. Lo noté especialmente durante la final de la Copa Davis en Madrid, cuando a un pequeño grupo de aficionados argentinos se les oía mucho más que al resto de la grada, que era española. ¿No es eso maravilloso?

Aunque tanta pasión también tiene su contrapunto y es que los disturbios y enfrentamientos entre las hinchadas son el pan de cada día en los deportes, hasta tal punto que algunos equipos, en algunas competiciones, han tenido que prohibir la entrada a la afición contraria; y de hecho es muy poco recomendable frecuentar las calles alrededor de los estadios, especialmente por la tarde-noche. Vamos, que ríete tú de los hooligans o la afición rusa.
8. Fernet.
Os hablé un poco de él en el artículo sobre los primeros días en Buenos Aires y básicamente el Fernet es la bebida alcohólica de Argentina por excelencia. Es lo que los jóvenes toman en las previas (botellones) para entonarse antes de salir de fiesta y lo que los adultos beben en los vermuts. Yo no bebo, nunca, pero desde luego si empezara a beber, no creo que el fernet fuese mi primera opción. Es una bebida muy fuerte, con un cierto regusto a menta que personalmente me recuerda muchísimo al Listerine. Es demasiado fuerte para tomarla sola así que se mezcla con Coca-Cola en la que dicen es la proporción perfecta: 70 – 30 (70 coca y 30 Fernet). También se le añade hielo y se suele beber en un vaso hecho a mano con el culo de una botella de plástico, a la cual se le queman los bordes para evitar cortes. Ese vaso se comparte y se lleva hasta la puerta de las discotecas donde se termina la previa, razón por la cual se conoce como «vaso viajero«. Además, por lo que me han contado, la mezcla Fernet con Coca nació en la zona de Córdoba (Argentina) aunque curiosamente el Fernet (bebida alcohólica) proviene de Italia, concretamente de la región de Lombardía, donde se utiliza como aperitivo y digestivo y se sirve también con el café expreso. ¡Fascinante!


9. Educación y sanidad públicas.
Cómo nos gusta en Europa llenarnos la boca hablando del Estado de Bienestar, de todos los servicios y ayudas de los que disponemos y de nuestra sanidad y educación públicas (aunque sabemos de sobras que en España la educación es de las peores del continente). Nos regodeamos en las estadísticas que muchas veces hemos elaborado nosotros mismos y nos compadecemos del resto del mundo por no poder vivir como nosotros. No puedo negar que dispongamos de una calidad de vida alta porque es cierto: la tenemos. También tenemos derecho a enorgullecernos de las cosas que hacemos bien, diablos si en España tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo con personal muy bien preparado y tecnología de vanguardia, es para estar muy contentos. Lo que no podemos hacer es mirar al «tercer mundo» por encima del hombro o peor todavía, con compasión, porque nos estaremos equivocando.
Me sorprendió tanto cuando descubrí que la educación pública argentina era completamente gratuita (sí, también la universidad) y no sólo eso sino que la Universidad de Buenos Aires se encontraba en la posición 73 del ránking mundial, la primera de Latinoamérica y 88 posiciones por encima de la primera española. «Flipé» tanto al apuntarme para recibir la vacuna de la fiebre amarilla y ver que no tenía que pagar absolutamente nada, cuando en Barcelona me habría costado 60 euros. Y así con una larga lista de etcéteras…
¿Realmente somos tan privilegiados como nos pensamos o es que no podemos reconocer que otros países nos superen en muchas cosas?
10. Se «maneja» fatal y no se respeta al peatón.
Me sabe mal decir que ni a España, ni a Argentina se nos reconoce especialmente por nuestra forma de conducir. En general, conducimos demasiado rápido, demasiado mal, tomamos a veces demasiados riesgos y nos saltamos las normas a nuestro antojo y cuando más nos conviene. Parece que al crecer y subirnos al coche se nos olvidan las buenas maneras y la prudencia que con tanta razón y tenacidad nos habían enseñado nuestros padres y nos había recordado nuestro/a instructor/a de la autoescuela. Y por mucho que queramos evitarlo y comportarnos como «buenos niños», a veces nos pasa a todos. Es por eso que, desgraciadamente, los accidentes de tráfico se han convertido en la principal causa de mortalidad entre los adultos y los jóvenes mayores de edad y la Dirección General de Tráfico se gasta tantos millones al año en campañas de prevención.
Eso sí, si hay algo que tenemos claro en España es que lo primero y más importante es el peatón. Si nos tenemos que parar, nos paramos y en general, no atentamos nunca contra su seguridad. En eso, seguimos siendo bastante concienzudos; algo que por desgracia no ocurre en Argentina. Ya podéis ir con los ojos bien abiertos y cercioraros, por mucho que tengáis el semáforo en verde y/o preferencia en un paso, de que es seguro cruzar la calle porque ningún conductor se va a parar a dejaros paso. Como muy mucho aminorarán ligeramente la marcha y os esquivarán haciendo una pirueta, no sin miraros con amargura o insultaros con el claxon. Vamos, pues no habrán estado a punto de atropellarme 3 o 4 veces por lo menos.

11. No hay trenes de alta velocidad.
Este es otro ejemplo de lo «mal» acostumbrados que estamos los españoles y europeos en general. Si antes mencionaba las telecomunicaciones, ahora hablamos del tema transportes y en especial de la red ferroviaria. No recuerdo exactamente dónde leí que España era el segundo país del mundo con más km de alta velocidad, detrás de China; lo que es muy sorprendente. No sólo no estamos entre los países más extensos del mundo sino que tal inversión ferroviaria no se justifica ni por número de usuarios ni por recuperación de la inversión. De hecho, la polémica suele revivir casi cada año en los medios de comunicación al inaugurarse una nueva estación en un pequeño pueblo donde sólo suben o bajan un par de personas a la semana.
Por otro lado, disponer de tal infraestructura nos facilita muchísimo la vida a la hora de movernos. Uno puede salir de Barcelona en el AVE (Alta Velocidad Española) y ponerse en la otra punta del país en prácticamente 5 o 6 horas sin tener que pasarse 2 horas en el aeropuerto, sin controles estrictos de equipaje y documentación y llegando directamente al centro de la ciudad. Además, nos abre muchísimo el abanico de opciones y así no tenemos que depender sí o sí de esa aerolínea o esa empresa de autobuses. En Argentina, no sólo el número de kilómetros de vías ferroviarias es muy inferior sino que no existe la alta velocidad. Esto hace que un trayecto en tren de 700 kilómetros entre Buenos Aires y Córdoba demore 18, 20 o 24 horas incluso, cuando más o menos el mismo trayecto Barcelona – Madrid se tarda 3 o 3 horas y media. Es también por eso por lo que, lógicamente, la gente prefiere de lejos utilizar otros medios de transporte más rápidos y cómodos como el avión o el autocar.
Eso sí, la falta de inversión en trenes se puede entender fácilmente, si no, mirad en el mapa el tamaño de Argentina y comparadlo con el de España.
12. Los cortes de las carnes son distintos.
Uno de los pilares básicos de la cultura argentina es la carne. Si preguntas, todo el mundo te dirá, la haya probado o no, que la carne argentina es la mejor del mundo. Objetivamente no puedo decir que lo sea porque no tengo tanto mundo como para comparar pero doy fe de que es absolutamente deliciosa y sí, está mucho más rica que en España. Sin ser un gran experto, hay muchos factores que podrían explicarlo, desde el pasto en las inmensas llanuras argentinas hasta la forma tan especial que tienen de especiar y cocinar la carne. Sin embargo, después de haber vivido 6 meses en Argentina, haber visto y probado su carne y haber hablado con varios carniceros, he descubierto que el motivo principal de que sea tan sabrosa es el tipo de corte que emplean. Por lo visto, en Argentina los cortes siguen el trazado de la musculatura del animal haciéndolos uniformes en cuanto a textura y nivel de grasas, lo que favorece el proceso de cocción; en cambio en España cortamos en contra de la fibra de la carne, siguiendo el trazado del hueso; lo que provoca que las piezas con hueso sean mucho más sabrosas y tiernas que no las piezas centrales.
De todas maneras, si como yo, no tenéis ni idea de carne ni del tipo de cortes, no os preocupéis, siempre podéis preguntarle al carnicero o comprar a ciegas porque todas las piezas son sabrosísimas. Algunas de mis preferidas son: el bife de chorizo (nada que ver con el embutido), la bondiola de cerdo, el cuadril y por supuesto, el asado. Y a propósito, sabed que en Argentina los embutidos se comen sí o sí sin piel, siempre. En mi casa, yo al menos, siempre me he comido el chorizo, el salchichón, la morcilla, etc con piel pero si lo hacéis en Argentina, os mirarán muy extrañados y con cara de asco.

13. Los carteles de las calles y los semáforos.
En Europa y también en Asia, hemos heredado el trazado irregular de las ciudades medievales. Si las miráis a cierta distancia en Google Maps, veréis que las ciudades (sobretodo el centro histórico) no son una cuadrícula perfecta como sí ocurre en muchas ciudades americanas, sino más bien un batiburrillo de esquinas, cruces, diagonales, curvas y callejones sin salida. Es por ese motivo que, para orientarnos, no hablamos de cuadras o manzanas sino que tomamos como referencia negocios o edificios que conozcamos bien y nos movemos «contando» metros. Mi primer día en Buenos Aires, si ya andaba perdido de por sí, se me ocurrió preguntar por la calle de mi residencia y me respondieron en cuadras. Entonces no lo sabía, pero resulta que la proporción es 1 cuadra = 100 metros aproximadamente. Como no me aclaraba, seguí la dirección que me indicó el buen hombre a quien pregunté y fui buscando el nombre de la calle. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que los nombres de las calles no estaban en placas en las fachadas de los edificios, al principio de cada calle como en España, sino que estaban escritos en carteles independientes situados en cada cruce y donde se indicaba además la cantidad de números de cada manzana.
Ese fue mi primer encontronazo con el urbanismo porteño. El segundo vino de la mano de los semáforos, intentando cruzar la gran Avenida Cabildo. Ahí observé que, a pesar de tener 4 pasos de peatones, dos en horizontal y dos en vertical, cada cruce sólo tenía dos semáforos. Eso quiere decir que, depende del lado de la calle por qué estés cruzando, puede que no haya semáforo y tengas que fijarte en la calle contraria para saber si está en verde o en rojo. Otro motivo más para ir con los ojos bien abiertos.

14. Los monopatines de pago.
En los últimos años han proliferado todo un conjunto de patinetes y aparatejos electrónicos que si bien es cierto, se pusieron de moda como regalo de Navidad para los más pequeños, personalmente creo que el futuro no es considerarlos como un juguete sino como un verdadero medio de transporte alternativo que agilice la movilidad en las grandes ciudades. Esta idea la han cogido en Buenos Aires y la han llevado al siguiente nivel. Imagino que la mayoría conoceréis este sistema tan útil de bicicletas compartidas que hay en la mayoría de metrópolis dónde tú puedes coger una bicicleta en el punto A y dejarla en el punto B. En Barcelona se llama Bicing, en París es el Velib, etc. En Buenos Aires, a parte de tener su propio sistema de bicicletas, se han inventado uno para los patinetes eléctricos y lo más curioso de ello es que, en vez de tenerlos en aparcamientos o plazas de carga, están desperdigados por la ciudad, en mitad de la calle. Tienen un sistema por el cual, cuando has llegado a tu destino, se bloquean y se quedan fijos en el suelo y si quieres utilizarlos, tienes que descargarte la app e introducir una tarjeta de débito/crédito, a la que se le irá descontando cierta cantidad de pesos por cada kilómetro, a modo de taxímetro. No es un sistema demasiado económico pero me parece de lo más interesante. Y ahora, incluso puedes ver la ubicación de cada patinete eléctrico en Google Maps. ¡Muy ingenioso!
15. La gente es súper deportista.
Aunque suelo decir que si me mantuviese como estoy sin hacer nada, no iría al gimnasio porque realmente no es algo que me apasione y me da bastante pereza; siempre he hecho ejercicio más o menos regularmente y de hecho es cierto que, si estoy muchos días sin ir al gimnasio o sin meterme en la piscina, me siento más cansado y desganado. Supongo que es consciencia y tradición de mi pasado como nadador. Por ese motivo, a los pocos días de llegar a Buenos Aires fui a apuntarme a un gimnasio y empecé a ir tres veces por semana, como suelo hacer en casa. Lo que ocurrió fue que, como estaba en un país extranjero e iba continuamente para arriba y para abajo haciendo turismo, caminaba muchos kilómetros a la semana y realmente hacía bastante ejercicio (con decir que pese a todo lo que comí, he perdido 2 kilos), fui reduciendo bastante mis visitas al gimnasio y ya casi al final, da gracias si iba una vez a la semana.
El caso es que mis compañeros siempre me hacían burla por ello: «¿ah pero vas a ir al gimnasio esta semana?, ¿qué te pasa? ¿estás enfermo?». Yo me hacía el ofendido pero he de reconocer que ellos eran mucho más deportistas que yo o al menos, se esforzaban mucho más por seguir una rutina física continuada. De hecho, intentaban ir 4 o 5 días a la semana, algo que yo no hago desde hace casi 5 años y personalmente ninguno de mis amigos o conocidos hace tampoco. Por eso, que esa tendencia fuese tan generalizada entre la gente joven es algo que me sorprendió muchísimo. No se puede decir que en España no hagamos ejercicio, en general se tiende cada vez más a llevar una vida activa y saludable, pero es cierto que si echamos un vistazo al público que viene al gimnasio, la media de edad superaría los 50 y habría un grupo bastante importante de gente mayor. En cambio en Argentina, o al menos el gimnasio al que yo iba, lo habitual era ver a gente joven y más o menos siempre a las mismas personas, era muy raro ver a alguien que superara los 40. Bien por un lado y mal por el otro supongo. Tendremos que cambiarnos las tornas para que todo el mundo haga un poco más de ejercicio en el futuro.
16. «Se puede» fumar en las discotecas.
Las leyes antitabaco en España y Argentina son muy parecidas y básicamente prohíben fumar en espacios interiores públicos y privados a excepción del propio hogar. Pese a todas las quejas iniciales de los fumadores, creo que es algo a lo que todo el mundo se ha acostumbrado y yo personalmente, no he vuelto a ver nunca a nadie encender un cigarrillo en ningún sitio más allá de en la calle. En Argentina pasa lo mismo, todos los espacios cerrados están libres de humos, a excepción de un único lugar: las discotecas. Sigue estando prohibido y es posible que en algún sitio donde gusten de seguir las leyes a rajatabla, el patova (portero) os enfoque con un láser o se os acerque para que apaguéis el cigarrillo o salgáis a la terraza; pero en general hay un poco más de margen y hay mucha gente fumando en los boliches (discotecas). Yo no soy fumador, nunca lo he sido y en general me desagrada bastante el olor a humo; pero es que si encima le sumamos el humo de los cañones y los perfumes y demás olores corporales de la multitud, al final de la noche sales de la discoteca con un olor encima que ni una desintoxicación nuclear es capaz de quitar.
En el resto de partes de este artículo he sido bastante respetuoso con la cultura de cada país y me he dedicado solamente a recalcar las diferencias sin criticarlas, pero en este caso sí que me tengo que postular: por favor, no fuméis que es muy feo y os hace mucho mal.
17. Fila para subir al autobús.
Y mientras que me enfado por algunas cosas, otras las tengo que felicitar como es el hecho de que tengan el civismo y respeto como para hacer cola para subirse al autobús. Esto es algo que me encantó descubrir y es una de las cosas que más me gustan de la cultura urbana argentina. Yo iba andando por la calle y veía esas filas perfectamente ordenadas, algunas que daban la vuelta a la esquina y no entendía cuál era su propósito, ¿a qué estarían esperando? Hasta que en una de esas veces, paró el autobús y empezó todo el mundo a subir tranquilamente al colectivo. ¡Maravilloso! En España esto es impensable, no sólo nos agolpamos todos en la parada al mogollón, sino que cuando llega el autobús: sálvese quien pueda. Suerte tienes si consigues subir sin que se te cuele alguien, te lleves un codazo o una mirada de desprecio. Vamos para que después digan lo «civilizados» que somos en el «primer mundo».

18. Los paseadores de perros.
Cuando ya supe 100% seguro que iba a viajar a Buenos Aires, empecé mi recurrente proceso de investigación sobre el destino, para averiguar qué podía ver y hacer e informarme un poquito sobre la cultura argentina. Consultando el blog de www.saltaconmigo.com y en su maravilloso artículo de «60 cosas que hacer en Buenos Aires barrio por barrio» leí que una de las imágenes más típicas de la capital era la de los paseadores de perros. En aquel momento no lo acabé de entender, ¿qué tenían de especial los paseadores? Pero cuando llegué a Buenos Aires todo cobró sentido. Lo curioso no son los paseadores, sino la cantidad de perros que pasean. Por lo que me han contado, ese trabajo está muy bien pagado ya que se cobra alrededor de 150 pesos la hora (unos 2,5 euros). A priori puede no parecer mucho, pero ¿qué pasa si lo multiplicamos por 5, 10 o más perros? Ahí la cosa ya cambia. Yo he llegado a ver a gente paseando hasta a 12 perros a la vez y os sorprendería saber lo bien que se portan los mejores amigos del hombre.
19. Comen muy pronto y cenan muy tarde.
Esto lo sé también, en España tenemos un horario de comidas muy distinto al del resto de Europa y del Mundo. Solemos comer y cenar mucho más tarde que el resto de países, sobretodo por nuestra ubicación y la mayor disponibilidad de horas de sol. Aun así, Argentina nos gana en cuanto a cenar tarde. Suelen hacerlo, al menos la gente que he conocido, a partir de las 21:30, casi más hacia las 22:00. Pero «lo peor» es que comen súuuuuuuper pronto, a la 13:00 o incluso si pueden, a las 12:00 o 12:30. Y claro, uno se pregunta cómo hacen para aguantar tantísimas horas sin comer. Pues bien fácil: atiborrándose en la merienda de panecillos o galletas con dulce de leche. ¡Ummmm!
Lo cierto es que en mi «argentinización», me he sumado sin ninguna pega al movimiento de la merienda con dulce de leche y he atrasado un poco mi horario de cena (sobretodo para no cenar solo) pero creo que jamás, oídme jamás, sería capaz de comer a las 12:00. Si a veces a esa hora estamos almorzando todavía…
20. Los vendedores del tren y metro.
Desgraciadamente, la pobreza es uno de los mayores problemas sociales en Argentina. Las estadísticas nos hablan de que un 35% de la población se encuentra bajo la linde de la pobreza, porcentaje que se incrementa hasta el 50% en el caso de los niños. Una de las principales consecuencias de esto es el aumento exponencial del número de personas viviendo en la calle, cosa que hace prácticamente imposible salir sin que te pidan una moneda o algo para comer. Este hecho se hace incluso más evidente en el metro o en los ferrocarriles pero de una forma un poco diferente:
En Barcelona, lo máximo que yo he llegado a ver son músicos y artistas callejeros que demandan unas monedas tras una pequeña actuación o simplemente gente desamparada con historias durísimas que pasa con un vaso pidiendo limosna. En Argentina y especialmente en Buenos Aires, además de ello, hay una cantidad ingente de personas vendiendo toda clase de productos con discursos de venta en voz alta, a modo de mercadillo ambulante, para intentar sacarse unas monedas para comer. Hablamos de poder comprar desde chicles, caramelos, dulces, calcetines y ropa interior hasta cargadores del móvil, auriculares, selfie sticks y juegos de cartas. Prácticamente cualquier cosa.
Y es terrible sentir esa dualidad moral del ser humano: ser testigo de la situación inhumana en la que se encuentra mucha gente y no poder ayudar a todo el mundo porque simplemente no tienes los recursos necesarios para ello y sentir al mismo tiempo un acoso constante que no te permite viajar «tranquilo» y que te llevaría a querer contestar con alguna grosería si no fuera por los buenos modales inculcados en uno mismo. ¡Terrible!

21. Las taquillas de los «supers» van con euros.
En general, en los supermercados argentinos son bastantes desconfiados y te obligan a guardar en las taquillas tu bolsa, mochila o cualquier recipiente donde pudieses esconder algún producto. Y en el caso de que no quieras guardar tus cosas en la taquilla, te obligarán a mostrar en caja su contenido. Más allá de esto, la anécdota tiene que ver con las taquillas en sí mismo y es que me he dado cuenta de que muchas de ellas funcionan con euros, especialmente las del Dia. No es que lo descubriera yo al equivocarme, metiendo un euro en vez de un peso sino que en la propia taquilla había un dibujo que te indicaba que funcionaban con euros. Me sorprendió mucho, no sólo el hecho de que tuvieran esas taquillas a 10.000 kilómetros de Europa sino porque, aunque había dejado todas mis monedas en casa y no tenía con que compararlas, me parecía recordar que los euros eran un poco más grandes que los pesos. Pues al final ha resultado que no; he podido compararlas y las monedas de 1 euro y las de 1 peso tienen el mismo tamaño y el mismo grosor, aunque los pesos pesan ligeramente menos que los euros (valga la ironía).
22. La zona horaria.
Una de las primeras cosas que consulté sobre Argentina fue la diferencia horaria con España. Me interesaba especialmente para procurar mantener un contacto lo más continuo posible con mi familia y mis amigos. En Google me apareció que había una diferencia de 4 horas. Algunos meses más tarde, justo antes de volar a Buenos Aires volví a consultarlo y entonces me apareció que la diferencia era de 5 horas. Recordaba haber leído 4 pero quizá me equivocaba así que no le di más importancia, hasta que finalmente lo comprendí. Ni me había equivocado ni evidentemente los países se habían movido de sitio. ¿Entonces? Veamos: Argentina se encuentra en la zona horaria GMT -3 y España (territorio peninsular) en GMT +1. Si sumamos esto, nos da una diferencia de 4 horas, pero ¿qué ocurre? Pues que España todavía arrastra esa antigua, absurda y polémica tradición de cambiar la hora dos veces al año; en verano adelantamos una hora el reloj para ganar horas de sol y aprovechar el día y en invierno, cuando el sol está más lejos de la superficie terrestre, lo atrasamos una hora con el mismo propósito. Así, dependiendo del momento del año en que te encuentres, habrá o 4 o 5 horas de diferencia entre España y Argentina. Es una boludez (tontería), como dicen acá, bastante obvia además y que, por supuesto, se aplica a todos los países que no estén en la misma zona horaria que España y que mantengan su hora estable durante el año; pero como no había viajado tan lejos y por tanto tiempo, pues es algo en lo que no había caído y que me causó mucha curiosidad.
23. Odio a los chilenos.
Da igual a quién le preguntes, si en algo están de acuerdo todos los argentinos del mundo mundial es en su animadversión hacia el pueblo chileno. ¿Por qué? Pues por lo que se ve la confrontación ya viene de lejos; empezó en el movimiento de independencia chileno comandado por el general argentino José de San Martín y siguió con la disputa por la Patagonia, en la cual Chile acusa a Argentina de haberse quedado con la mayoría del territorio mediante un soborno. Pero sin duda la gota que colmó el baso fue la Guerra de las Malvinas, durante la cual Chile prestó apoyo y ayuda al Reino Unido. Incluso, Margaret Thatcher agradeció públicamente al exdictador Augusto Pinochet «por la información, la comunicación y la acogida» de las tropas inglesas. Margie allá donde estés, ¿no te parece que metiste demasiado el dedo en la llaga?. No sé si alguna vez ambos países harán las paces pero por si a caso, chilenos del mundo ni se os ocurra pisar Argentina (es una exageración obviamente, no os harán nada).
En España es bien sabida la «enemistad» entre algunas comunidades autónomas, que últimamente las paródicas Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes, además de la prensa sensacionalista y los conflictos políticos, se han encargado de recordar y avivar. Más allá, no creo que detestemos o detesten a ningún país en concreto. Yo, desde mi humilde blog, quiero hacer un llamamiento a la cordura, a la convivencia y al olvido de las rencillas históricas, que no son más que eso: historia.
24. Pastillas de jabón.
Es curioso cómo ha cambiado mi perspectiva respecto a esta cuestión en tan poco tiempo. Cuando llegué a Argentina, me traje conmigo un neceser con estos botecitos de 100 ml de jabón y shampoo para pasar los primeros días y así utilizar los botecitos en mis escapadas low cost por el país. Cuando se me acabaron, no me quedó otro remedio más que ir al supermercado a comprar más jabón. Entré en el pasillo de productos dermoestéticos y venga a mirar, venga a mirar, que no encontraba el jabón líquido. De shampoo mil quinientas opciones pero del jabón para el cuerpo ni rastro. Compré el shampoo y me fui a casa pensando que quizá lo utilizaban para todo. En la residencia decidí fijarme y vi que mi compañero tenía una pastilla de jabón al antigua usanza. Bueno, puede que le gustase más. Poco después me apunté al gimnasio y fue entonces cuando me di cuenta de que todo el mundo utilizaba pastillas de jabón sólidas en vez de en su formato líquido. Incluso, en la repisa de la ducha habían dejado unas cuantas de uso comunitario (lo que por otra parte no me pareció demasiado higiénico). Volví al supermercado y vi que, como con el shampoo, había miles de opciones de pastillas de jabón y sólo dos (al final acabé encontrándolo) de jabón líquido. ¡Curiosísimo!
Aunque no estaba acostumbrado en absoluto, ya que en España hace años que no se utiliza, yo también he acabado pasándome al sólido. Ya sabéis que este año he decidido dar respuesta a mi consciencia medioambiental y empezar a deshacerme poco a poco de todos los productos envasados en plástico no reutilizable y Carla de www.lamaletadecarla.com hizo darme cuenta de que el baño era una de las partes de la casa donde más los acumulábamos. Para evitarlos, acabé comprando en la Bioferia, un jabón y un shampoo sólidos, que no solo evitan los residuos de los botes sino que encima huelen super bien. Eso sí, llevaré siempre los míos, no pienso usar los del gimnasio.
25. Hay mucha gente de derechas.
Me gusta esa comparación que siempre se hace sobre que hablar de política es como hablar de fútbol pues es cierto que, por mucho que a uno le gustaría ser parcial y objetivo, hay muchos factores que entran en juego: familia, tradición, procedencia, edad, gustos, etc. Cientos de imperceptibles que hacen que nuestra pasión acabe siendo mucho mayor que nuestra lógica y consciencia. Dije una vez que en este blog se iba a hablar de viajes y nada más que viajes, así que aprovechad porque está será muy probablemente la única vez que hable de política.
Por lo que sé, he estudiado, me han contado y la sabiduría popular me ha transmitido, las políticas de izquierdas tienen un objetivo más social y las de derechas un carácter más empresarial. En general la izquierda suele proveer, extender y aumentar los presupuestos de los servicios públicos y ayudas sociales, bajar o mantener los tipos impositivos, regularizar los mercados y las actividades empresariales para proteger a los consumidores, ampliar el espectro de los derechos humanos, laborales y civiles y toda una serie de políticas económico-sociales con el único objetivo de proteger y ayudar al grueso de la población y en efecto alcanzar la igualdad social. En cambio la derecha, tiende a reducir los presupuestos de los servicios públicos y ayudas sociales, aumentar los impuestos, desregularizar los mercados para impulsar la actividad y ajustar más los parámetros en cuanto a derechos, para beneficiar en mayor medida a los dueños del capital. Por supuesto, no intentan acrecentar la distanciación social pero la asumen como algo lógico o natural de cualquier sociedad y estado. Todo esto haciendo un análisis muy por encima y sin matizar.
Al igual que mis amigos y mi entorno más cercano, yo provengo de una familia de clase media y como dirían mis padres: «podemos permitirnos algunos caprichos pero no somos millonarios». No tenemos propiedades, inversiones ni vivimos de rentas familiares, por lo cual nos hemos beneficiado siempre de los beneficios sociales, valga la redundancia. Por otro lado, es cierto que Catalunya, más allá de la coyuntura política actual, ha sido gobernada tradicionalmente por la izquierda y es difícil encontrarse con pensamientos y movimientos populares de derechas.
Argentina es distinta. Los resquicios de las dictaduras socialistas que han padecido, aquí como en muchas otras partes del continente, siguen latentes en los corazones de miles de argentinos y muchas veces erróneamente nos consideran a los de izquierdas (a quien llaman «zurdos» de forma malintencionada) como «comunistas» y «una panda de vagos que no queremos trabajar y solamente vivir de los planes sociales». Además de ello, achantan a los movimientos tradicionalmente socialistas como el peronismo, las sucesivas crisis económicas y el increíble grado de corrupción que hay o ha habido en las altas esferas, lo que por otro lado, viniendo del país que vengo, puedo llegar a entender.

Aun y con todo ello, me ha chocado mucho encontrarme con tantas opiniones tan diametralmente opuestas a las mías en personas de mi edad o incluso más jóvenes. Opiniones como: «los pobres, que no vayan a la universidad» o «hay que privatizar la universidad porque hay gente que se pasa diez años calentando una silla en una carrera de cuatro años». Puesto que yo estoy en la Universidad, me toca muy de cerca el tema de la educación pública y me ha sido imposible entender a estas personas, que encima no provienen de familias adineradas sino que gozan de un estatus económico más o menos parecido al mío; cuando en España y especialmente en Catalunya, los afortunados que podemos estudiar mataríamos por poder ir a una buena facultad sin que nuestros padres se gastasen los ahorros de toda su vida. Sólo por ejemplificar un tema.
En resumen, ¡señores! aunque no pueda haceros cambiar de idea (tampoco es mi intención), hay que matizar siempre: Como es evidente no podemos considerar a todos los de derechas como retrógrados, xenófobos, homófobos, racistas y sexistas y contrarios a todos los derechos y libertades; la izquierda tiene igualmente una paleta inmensa de pensamientos y opiniones que no llegan siquiera a vislumbrar ese extremismo del que hablan algunos. Así que por favor, siempre respeto y un poco de reflexión y empatía.
26. Típex.
Cada vez que recuerdo esto del típex, es que se me escapa una carcajada, lo siento no lo puedo evitar. Un día, estando clase, a un compañero le ocurre lo típico de que se le acaba el típex (que por cierto en Argentina es el «Liquid») y necesita borrar algo así que me pide que le deje el corrector y yo se lo paso. Personalmente siempre he preferido los de cinta porque los líquidos tardan un poco en secarse y yo que soy algo desastre, después se me quedan unos apuntes que dan pena; así que antes de irme a Argentina me compré uno y lo metí en mi estuche. El caso es que se lo paso y él lo coge y se lo queda mirando con curiosidad. «¿Y esto?» Me pregunta. Yo sin dejar de atender a las explicaciones de la profesora y sin prestarle demasiada atención le digo gesticulando: «sí mira, lo agarrás así y haciendo algo de fuerza lo pasás por la hoja». El caso es que pasan unos minutos y yo al cometer un error, me giro para pedirle de vuelta el típex y me lo veo inspeccionándolo milimétricamente como si aquello fuera el mayor avance tecnológico de la humanidad y haciendo sucesivas pruebas sobre el papel sin lograr que saliera nada. Se lo cojo riendo y se lo muestro: «mira es así». «Bueno pues quedate tus inventos europeos para vos, ya pido yo uno normal» me contesta enfurruñado. Yo, claro, perplejo pues en España ese tipo de correctores son lo más normal del mundo…
Y ya en otra ocasión, estudiando en la sala de estudios de la residencia, ocurre lo mismo: un compañero me pide el liquid y yo le paso el mío y ya salto en carcajadas cuando me pregunta sosteniéndolo: «¿Y esto qué es?» Por lo visto, me explica más tarde un compañero, este tipo de correctores se dejaron de fabricar hace años en Argentina y la mayoría no los había llegado a ver así que para ellos aquello era una maquinaria completamente desconocida.
27. Se creen que los franceses son unos guarros.
No recuerdo de qué estaríamos hablando con mis amigos de la residencia pero alguien hizo una pequeña alusión a la supuesta poca higiene de los franceses. Aquel comentario pasó bastante desapercibido en la conversación y nadie dijo nada pero yo sí lo escuché, aunque tampoco dije nada y lo dejé pasar. Otro día, en otra conversación, otro compañero hizo otro comentario de ese tipo, pero aquella vez todo el mundo lo escuchó y de hecho, se rieron. En ese momento, tuve que interrumpir la conversación y preguntar que a qué se referían porque yo no estaba entendiendo la broma. Con pocas palabras, muchos aspavientos y con un tono como recalcando la evidencia del hecho, me intentaron hacer entender que existía el tópico de que los franceses tenían escasa higiene personal.
He de reconocer que jamás había oído ese estereotipo, ni yo ni nadie de mi entorno más cercano, y además me pareció de lo más estúpido; pero he estado documentándome para este artículo y por lo visto es en efecto un tópico, que proviene de la Segunda Guerra Mundial, cuando la gente de las áreas rurales, tras más de 4 años de ocupación y con la escasez de agua corriente, dejaron de preocuparse por su higiene. No sólo eso, sino que esto ha trascendido hasta nuestros días y el pueblo francés resulta ser, según las estadísticas, de los más sucios del continente. Si bien me sigue pareciendo un tópico absurdo del que no pienso hacer burla, supongo que en Argentina tenían la historia de su parte para reirse.
28. Nombres y apellidos.
Otra de las cosas curiosas que he notado en la comparación del español de Argentina con el de España es nuestra percepción de lo que está anticuado y lo que es nuevo. Me pasaba sobretodo con la palabra «ordenador» que es como nosotros nombramos al PC y nos resulta de lo más normal y en cambio a ellos les suena a antigualla; y al revés, ellos la llaman «computadora» y les resulta de lo más normal y yo no puedo evitar imaginarme una sala llena de procesadores enormes con miles de botoncitos de colores.
Pues lo mismo ocurre con los nombres propios. Nombres que a nosotros nos parecen, no especialmente de gente joven, pero sí «normales» o más populares como Carla o Alberto, para ellos son nombres de ancianitos; y al revés, Milagros o Carlos Eduardo no me parecen nombres que se suelan poner a los recién nacidos y en cambio para ellos son nombres de lo más comunes entre los jóvenes. Además, en Argentina todavía está muy viva la tradición de poner segundo nombre o incluso nombres compuestos mientras que en España la tendencia son los nombres cada vez más cortos.
29. Se sale de fiesta mucho más tarde.
He de reconocer que la vida nocturna no ha sido nunca lo mío. No puedo decir que no me lo pase bien cada vez que salgo de fiesta con mis amigos porque sí que lo hago, pero si me dieran a elegir entre una noche tranquila de sofá y manta y una fiesta loca en un local abarrotado, el 99% de las veces elegiría la primera opción. En Argentina esto ha cambiado y he descubierto una sorprendente y maravillosa nueva faceta de mí mismo que parecía estar dormida hasta ahora: la del «rey de la noche». Y una de las principales razones por las que he empezado a disfrutar cada vez más y más de esas noches de cumbia y reggaeton es la hora de salida. En Buenos Aires no acostumbrábamos a salir de la residencia antes de las 00:30 y solíamos llegar a la discoteca una media hora o 45 minutos después. Vamos que entre una cosa y otra, estábamos entrando al boliche sobre la 01:30 y aun así muchas veces éramos de los primeros. La fiesta realmente no se animaba hasta las 03:30 o 04 de la mañana. Y he descubierto que esas tres horas y media o cuatro horas hasta las seis, seis y pico, cuando empieza a irse todo el mundo, son el tiempo justo y necesario para pasarlo bien sin que se te haga demasiado larga la noche y se te cansen los pies excesivamente.
En España lo normal es salir mucho más pronto, para a las 00:00 cuando abren, estar haciendo ya cola y entrar un rato después. Claro, estamos hablando de pasar en el interior de la discoteca de cinco a seis horas y media, que si no eres demasiado bailongo y te agobian un poco las multitudes, pueden hacerse demasiado tediosas. De hecho, yo nunca había aguantado hasta el cierre, siempre me había acabado yendo sobre las cinco. Puede parecer una tontería, pero esa hora y pico de menos realmente marca la diferencia. No estoy diciendo que hagamos como en los pueblos argentinos, donde es normal entrar a las 03:30 o 04:00 (cuando salí en Navidad, estando en Córdoba, entramos sobre las 03:00) e incluso ir saltando de una discoteca a otra, porque me parece un desperdicio pagar la entrada para estarse sólo dos o tres horas, pero sí que podríamos aprender un poco de ellos y atrasar nuestra hora de salida. Eso sí, también he de reconocer que los precios de las entradas en Argentina se prestan a todo ello; lo máximo que yo llegué a pagar por entrar a una discoteca, que era una de las «mejores» de la ciudad y coincidiendo con una fiesta de Halloween, fueron 400 pesos, unos 6 euros al cambio (sin consumición ni nada). ¡Menuda diferencia!
30. Novatadas en las graduaciones.
Cuando una persona termina la carrera en Argentina, no se realiza ningún acto oficial de graduación, al que tenemos que ir todos trajeaditos y con toga y se reparten birretes, diplomas y se hacen discursos; al menos no es lo tradicional. En las recibidas o egresos (graduación) argentinos, los familiares y amigos esperan en la puerta de la facultad en cuestión y cuando las puertas se abren y los estudiantes empiezan a salir botando y gritando por haber recibido la cartilla de estudios (el comprobante de que has aprobado todas las asignaturas), se les tira pintura, cerveza, huevos y en nuestro caso, una mezcla de todos los productos y alimentos que había en la cocina y algunas cosas más que no se deberían volver a mencionar nunca jamás. Es como una especie de festival Holi, pero en vez de tirar pintura en polvo para celebrar el inicio de la primavera, se embadurna a los estudiantes para celebrar el fin de sus estudios. Y una vez que estamos todos manchados, porque olvidaos, los graduados no son los únicos que van a recibir, se pasa a la etapa de las fotos en grupo, bajo un cartel de cartón hecho a mano en el que ponga algo como «soy médico» o «recibido en psicología» o lo que sea. Es delirante y toda esa alegría y energía se contagia en el ambiente inmediatamente y hay que admitir que te entran muchas ganas de graduarte tu también, más que no con un acto de graduación español.

Ya lo comentaba, nuestras graduaciones son mucho más formalitas y también más aburridas. En España lo hacemos al revés: ese tipo de bromas y gamberradas se hacen el primer año de carrera o la primera vez en algún equipo deportivo o agrupación de cualquier tipo. Es costumbre también que se les tire pintura o se les obligue a pasar por algún incómodo rito de iniciación que nosotros llamamos novatadas (claro, porque se les hace a los novatos). Y hay algunas muy divertidas y curradas, como vestirte de hawaiana y tener que bailar una coreografía delante de toda la piscina (fue en mi primer campeonato estatal de natación) o vestirlos de bebés, con biberón y pañales y todo y hacerlos pasearse por todo el complejo (la que le hicimos nosotros a los pequeños el año siguiente).
Curioso como cambian las cosas de un país a otro, ¿verdad?
Como siempre, este artículo y todas las vivencias que cuento en él se basan en mi experiencia personal, única e intransferible. Si bien es cierto que, en esta ocasión, he tendido a la generalización y a la hipérbole, mi intención no es ridiculizar ni ofender a ninguna de las culturas mencionadas en el artículo. Comprendo que durante mi maravillosa y relativamente corta estancia de 6 meses en Argentina era imposible destripar por completo la cultura del país y alcanzar a comprenderla a la perfección y por eso mismo asumo que este artículo pueda estar lleno de errores, incertezas y tópicos y en caso de que así fuera, me encantaría que me lo hiciesen saber en los comentarios. Gracias.
Soy argentino y la verdad es que estoy cansado de ser argentino, hacer todos los dias las cosas perfectas cansa
jajajja adoro. Echaba de menos ese humor argentino. Me has hecho el día con tu comentario. Sigan haciéndolo tan perfecto por mi Argentina querida…
¡Saludos desde Barcelona!
Puedes morirte y le haces un favor al mundo, de ser una alimaña menos jajajaj
Olé olé, no hace falta pasarse por favor jajaja
Zapallito es zapallito, palta es aguacate.
Totalmente cierto, tenía apuntado que zapallito es como un aguacate pero seguramente me dirían eso para tratar de explicarme qué tipo de fruta es puesto que en España no se cultiva. Pero sí tienes toda la razón: zapallito es zapallito, que no tiene «traducción» y el aguacate sería la palta.
Pensé que iba a leer un diario de viaje o, llevándome por la introducción del relato, donde nos prometían hablarnos con «la mente abierta» pensé que leería anécdotas variadas e interesantes de un extranjero en Argentina.
Pero lamentablemente, sólo encontré un panfleto en el que todo el tiempo se está comparando lo que «hay» y lo que «no hay» de un lado y del otro del océano Atlántico.
Todas y cada una de las cosas mencionadas de Argentina, son innecesariamente y compulsivamente comparadas con su homólogo de España.
¿Por qué? ¿Con qué necesidad?
Tanta, y tan cerrada es la contínua y molesta comparación que ya cansa.
No pude terminar de leer el artículo.
¡Hola!
Cruzarme medio mundo para irme de Erasmus fue un cambio realmente importante para mí, especialmente porque apenas había pasado unos pocos días en el extranjero. Y sí, al inicio de mi experiencia, como en este artículo, es cierto que no paraba de comparar lo que «había» y «no había» en un lugar y en el otro. Pero a medida que fueron pasando las semanas y me fui enamorando de todo lo que fui encontrando, me dejé de comparaciones y simplemente disfruté del viaje. Creo que lo mismo pasa en el artículo: mi tono va cambiando poco a poco y al final sólo cuento anécdotas y cosas que echo de menos.
En cualquier caso, el artículo se basa en una experiencia muy personal y entiendo que no todo el mundo pueda empatizar o entender lo que cuento. Aun así, estaría bien que para hacer un comentario constructivo del trabajo de alguien, al menos lo consumieras al completo.
Gracias y buenas tardes.
¡Hola! Muchas gracias por la mención, sí que nos sorprendieron los paseadores de perros por la cantidad de perros que llevaban, puede que no lo explicáramos muy bien, jeje Coincidimos en casi todo, ¡qué ganas de volver a Argentina!
¡Hola!
¡Qué fuerte! ¡Qué ilusión me ha hecho vuestro comentario! Os mencioné porque sois una de mis mayores fuentes de inspiración y consulté mucho vuestro blog durante la planificación del viaje pero nunca esperé que lo leyerais y que me comentarais. Muchas gracias de verdad, es un honor.
Bueno, nos dejasteis la información justa para que fuéramos nosotros mismos a descubrirlo jeje.
Desde luego, qué ganas de volver a viajar y de volver a Argentina.
¡Que paséis un buen día!
Increíble artículo. Tuve el placer de conocerte en la residencia y disfrutar una tremenda noche con los chicos de la resi. Fue todo un gusto, y espero que vuelvas pronto para Argentina, así repetimos esa noche todos juntos. Me súper alegra que te haya encantado la cultura argentina. Te recibiremos siempre con los brazos abiertos, con un mate y un fernet para la previa. Saludos Albert!!
¡Camiiiii!
¡Qué alegría saber de ti y sí qué bien lo pasamos todos juntos aquella noche! Sueño con volver pronto, a ver si el señor Covid me deja. Muchísimas gracias por leerme, no sabes cuánto me alegra que te haya gustado el artículo. Deseando volver ya a mi segunda casa que es Argentina. Espero que nos veamos pronto, ¡Saludos, besos y abrazos!
Hola!! Te queria explicar que la pasantia no es un sinónimo de practica profesional. Cuando haces la practica profesional tienen que pagarte cierta cantidad de dinero de forma obligatoria. En cambio en la pasantia, corre por cuenta de quien te toma si decide o no pagarte por tu trabajo.
¡Hola!
Muchísimas gracias por aclararme la diferencia, evidentemente no lo sabía. En cualquier caso, aquí en España no se hace distinción entre los dos términos: una práctica profesional puede ser remunerada o no remunerada, depende de la empresa que te contrate. En este caso, sí que podríamos utilizar «pasantía» como sinónimo de práctica profesional, pero igualmente lo tendré en cuenta para cuando vuelva a Argentina.
Gracias por leerme y disfruta del día.
Me divertí mucho leyendo tu post (ya te habrás dado cuenta de dónde soy jajaj)
te sumo además, que si uno ya es un poco amigo, además de un beso entre hombres, se dan abrazos, sin importar el género. Somos muy afectuosos en general en todo latinoamérica.
Saludos!
Si, ya vi de donde sos jajajaj, me alegro de que te gustara el post. Sí lo sé lo sé, me encantan que sean tan afectuosos. Mirá que en España no somos especialmente fríos o distantes, todo lo contrario pero en LA simplemente son un amor.
¡Saludos a Argentina que ya es mi segunda casa y muchas gracias por leerme!