París, la ville Lumière, la ville de l’amour, la ville de la mode… la ciudad francesa por excelencia es una mezcla única de arquitectura, moda, arte y buena comida. Es más que probable que hayáis visto mil y una imágenes de la torre Eiffel y hayáis oído infinidad de historias sobre la vieja ciudad, pero estar allí es otra cosa, vivirla y experimentarla, ya sea por primera o por infinitésima vez, es algo distinto y fantástico. Quizá, esté exagerando y como mucha gente cree, no sea más que un destino sobrevalorado y sobreexplotado más, pero todo el mundo debería visitarla al menos una vez en la vida y poder entonces, opinar. Si os decidís a hacerlo, estos son cinco monumentos o visitas que no podéis perderos:

1. La Tour Eiffel.

La Tour Eiffel

Este gigantesco armazón de hierro fundido situado en la Quinta Avenida me sigue impresionando cada vez que lo veo. Las imágenes no le hacen nada de justicia, uno no se imagina cómo de grande e impresionante es esta torre de tres cientos metros hasta que no se encuentra justo debajo y más si se piensa que se construyó hace más de un siglo. Se ha ganado de sobra ser el monumento más famoso de Francia y quizás del mundo. Y ya que habéis llegado hasta aquí, es casi una obligación que subáis hasta lo alto y os maravilléis con las impresionantes vistas que se obtienen desde la última planta. Eso sí, armaos de paciencia porque sea el día que sea, a cualquier hora, no os libraréis de hacer cola, primero en la base para coger el ascensor y ya después en la tercera planta para subir hasta la punta; por eso mismo os recomiendo que subáis directamente hasta arriba del todo y después bajéis por las escaleras a vuestro ritmo y visitéis el resto de la torre a vuestro antojo. Si queréis hacer de vuestra visita una experiencia única, en lo alto hay una diminuta barra de bar en la que podréis tomaros una copa de champagne. Mi presupuesto no me llegaba para tanto (además del hecho de que era menor de edad) y me contenté con ir al baño a tres cientos metros de altura, algo por otra parte extraño. Cuando descendáis, es más que probable que ya sea la hora de comer o de cenar, en cuyo caso podéis dar una vuelta por los barrios de alrededor y comer en uno de los múltiples restaurantes que aquí existen. París es una ciudad cara y en eso estamos de acuerdo todos los que la hemos visitado, pero si sois pacientes y no os importa andar un poco, estoy seguro de que encontraréis algún local asequible a vuestro bolsillo. Mis compañeros y yo comimos en un pequeña tienda-comedor regentado por una encantadora pareja china y nos salió por menos de diez euros; por supuesto siempre os quedarán los restaurantes de comida rápida del estilo McDonalds pero siempre que viajo, y en general en mi vida cotidiana, suelo evitar este tipo de establecimientos y prefiero sumergirme en la cultura local.

2. La Chatédrale de Notre-Dame.

Chatédrale de Notre Dame

Esta quizá sea uno de las más grandes expresiones de arte gótico de la capital y ya sólo por eso merece la pena visitarla. Aún siendo no creyentes os maravillaréis con los coloridos rosetones y con las enormes dimensiones de este singular templo católico. La entrada a la catedral es gratuita y por eso, además de porque es otro de los símbolos de la ciudad, os recomiendo madrugar y plantaros ante la puerta lo antes posible. Tras la visita a la nave, es imprescindible, o casi, subir y visitar el campanario así como las famosas gárgolas y contemplar las vistas de toda la cité. Para realizar esto, sí deberéis pagar y además hacer una larga cola, que podéis aprovechar para confraternizar con vuestros compañeros e intercambiar anécdotas de vuestra estancia y recomendaciones para vuestras próximas visitas. Tenéis varias opciones para después: pasear por la orilla del Sena y quizá hacer alguna compra en una de las paraditas que ponen aquí todos los días; cruzar el famoso puente de los candados y contemplar esas diminutas expresiones de amor; no deberíais seguir esta tradición puesto que el ingente peso que han tenido que soportar las barandillas ha acabado por doblarlas y el gobierno se ha visto obligado a retirarlas y instalar unas nuevas hechas de cristal para evitar que vuelva a suceder lo mismo; o simplemente entrar en un restaurante y probar unos buenos escargots o el popularizado por Disney ratatouille. 

3. La Basilique du Sacré-Coeur.

Basilique du Sacré-Coeur

Quizá menos conocida que la anterior pero igualmente bella, esta enorme basílica de estilo romano y bizantino situada en lo alto del bohemio barrio de Montmartre no os dejará indiferente. Su enorme e imperial fachada contrasta con la sobriedad del interior, siempre iluminado por la luz de los rosetones y de las centenares de velas que disponen los que hasta aquí se acercan para rezar. Este monumento se encuentra un poco alejado de los otros cuatro, así que si decidís visitarlo, podéis aprovechar para dar una vuelta por el conocido barrio donde vivieron Van Gogh, Picasso y Modigliani, entre otros. Entre las cosas que se pueden ver y hacer aquí, a parte claro está de visitar la basílica, os recomiendo que os dirijáis a la Place du Tertre para maravillaros con las obras de los artistas callejeros que aquí tienen su puesto. Tampoco podéis dejar de acercaros al famoso cavaré Moulin Rouge, uno de los primeros locales en los que se practicó el striptease, situado en el barrio rojo de Pigalle, llamado así por ser el lugar donde se localiza la mayor concentración de sexshops (algunos de hasta 3.000 metros cuadrados) de la ciudad. Es fascinante perderse por las callejuelas y escuchar los relatos de los habitantes, sobre todo de los más ancianos, entorno al erotismo y también al arte de esta parte de la ciudad. Como broche final y para abrir el apetito podéis entrar en la Maison Geroges Larnicol más conocida como el museo del chocolate, situada justo a los pies de las escaleras que suben hasta la basílica.

4. L’Arc de Triomphe et les Champs Elysees.

L’Arc de Triomphe

Construido hace más de un siglo por orden directa de Napoleón Bonaparte para conmemorar una victoria militar, este singular y gigantesco arco que preside la place Charles-de-Gaulle es el segundo monumento más famoso de Francia. Se puede visitar y subir hasta arriba para deleitaros con las vistas; yo no pude hacerlo puesto que cuando me disponía a ello, se estaba celebrando un desfile militar y se había cortado el paso. Es curioso, no sólo ver el propio monumento, sino también el caos de coches que se forma en esta rotonda y la temible forma de conducir parisina; en palabras de una profesora mía: «La primera vez que me decidí a conducir por París, me metí en esta rotonda y anduve media hora dando vueltas porque nadie me dejaba salir de ella, esa fue la última vez que conduje aquí». Después de la visita, lo más recomendable es bajar andando por la famosa e impresionante Avenue des Champs Elysees y convertirse en lo que los ingleses llaman un window shopper* ya que los precios de las firmas que aquí se asientan (Louis Buitton, Abercrombie&Fitch, Yves Saint Laurent, etc.) no están al alcance de cualquier bolsillo, y menos en París. Al final de la avenida os encontraréis con el Petit y el Grand Palais, sede de multitud de exposiciones, el impresionante puente de Alexandre III y les Jardins de Tuileries, un lugar perfecto para descansar tras la caminata (unos 3 kilómetros) y dirigirse después a comer o cenar.

*Window shopper: aquel que se dedica a mirar escaparates pero acaba no comprando.

5. Le Musée du Louvre.

Museo del Louvre

Situado justo enfrente de los Jardins de Tuileries, este colosal museo abierto en 1793 es desde luego el más visitado de Francia y uno de los más visitados del mundo. Su extensa obra abarca siglos de arte, pasando del Antiguo Egipto, por la Época Medieval y hasta el siglo XIX, incluyendo no sólo obras occidentales sino también orientales. Su tamaño es tal que es totalmente imposible recorrerlo en un solo día y hay que tener también en cuenta que algunas exposiciones tienen un suplemento respecto al precio de entrada; por eso mismo y por el hecho de que es probable que no seáis unos entendidos en arte (yo mismo soy bastante ignorante), os recomiendo que os dirijáis directamente a aquellas exposiciones que más os llamen la atención o busquéis aquellas obras más conocidas y famosas como la Gioconda, la Venus de Milo, las Bodas de Caná o la Psique reanimada por el beso del amor. Personalmente, la colección que más me gustó fue la de antigüedades egipcias por dos razones: soy un gran aficionado a la historia, en especial a la antigua y por otro lado tan sólo se muestra el estilo de vida de otra época y las piezas no están sujetas a ninguna interpretación artística. Una vez fuera, y si la horda de turistas os lo permite, podéis haceros las típicas fotos en las que parece que tocáis la punta de la pirámide de cristal y dar una vuelta por los alrededores. Si no os encontráis demasiado cansados, acercaos de noche y podréis disfrutar del museo iluminado y si cruzáis la calle en dirección a los jardines, podréis poner el broche final a vuestro viaje disfrutando del espectáculo de luces de la torre Eiffel.

Por supuesto, a parte de estas cinco visitas no debéis olvidaros de completar vuestra experiencia parisina comiéndoos una crêpe, dando un paseo por la orilla del Sena y probándoos una boina.

¡Bon voyage et à bientôt!

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