Sucia, empinada, desgastada, antigua,… todos ellas propiedades generalmente negativas pero que sin embargo hacen de esta gran ciudad al oeste de la Península Ibérica una de las capitales más encantadoras y singulares de Europa. Situada en la desembocadura del río Tajo y junto a las aguas del océano Atlántico, Lisboa es una ciudad que sin duda hay que visitar si se viaja hasta Portugal.

Y bien, si os decidís a hacerlo, ¿qué es lo que no podéis dejar de visitar?

El centro histórico se asienta sobre siete colinas, lo que hace que sus calles sean tremendamente empinadas, hasta tal punto que en algunas es imposible el paso de vehículos. Por ese motivo os recomiendo que seáis pacientes y os toméis vuestro tiempo para visitarla. En la parte más baja, se encuentra la Praça do Comércio, con unas grandes vistas al estuario y punto neurálgico de la ciudad. Si os dirigís al este y comenzáis la ascensión, llegaréis hasta la Catedral de Santa Maria Maior de Lisboa, la más antigua e importante de la ciudad. Su apariencia actual es fruto de varias reformas y ampliaciones. Si continuáis hacia el norte, os toparéis con el Castelo de São Jorge, antaño residencia de los reyes y hoy uno de los símbolos de la ciudad. Desde aquí se obtienen unas muy buenas vistas de las coloridas fachadas del casco antiguo.

Lisboa

Tras la visita, es probable que se haya hecho ya la hora de comer, en cuyo caso lo mejor es entrar en uno de los muchos bares o restaurantes de la zona y probar los platos más típicos de la villa como el marisco, la carne de cerdo y por supuesto el bacalao. Después del atracón, uno puede seguir la visita andando o alquilar un tuc-tuc y disfrutar de la visita sin hacer esfuerzo alguno. Nuestra conductora-guía hablaba perfectamente el castellano puesto que había trabajado un tiempo en Madrid y nos iba contando historias sobre los monumentos que visitábamos. Nos condujo hasta la monumental Igreja de São Vicente de Fora y más tarde hasta el Miradouro Sophia de Mello Breyner Andresen, más conocido como Miradouro da Graça por ser el lugar dónde se encuentra el convento de Nuestra Señora de Gracia reconvertido en cuartel militar y la iglesia del mismo nombre, cuyo interior merece la pena visitar. Desde esta zona en la que dicen es la colina más alta de Lisboa, se abarca con la vista toda la ciudad, incluyendo el Castelo de São Jorge, la Praça do Comércio y la desembocadura del Tajo. Para finalizar el día, nada mejor que pasear por la concurrida Rua Augusta y entrar en las tiendas para comprar algún souvenir, y acabar de nuevo en la Praça do Comércio.

Esta, aunque en forma de recomendación, es la narración de mi corta estancia (un día) en la capital, por lo que obviamente no pude visitar otros monumentos que es probable sean también imprescindibles en un viaje a Lisboa. Por ese motivo, si habéis hecho una visita más completa, no dudéis en comentar para compartir vuestra experiencia.

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