En mi último viaje al Delta de l’Ebre no hubo sólo campos de arroz, atardeceres y flamencos; nos reservamos un día entero para adentrarnos en les Terres de l’Ebre y tachar un lugar recientemente incorporado a mi lista de destinos. Hacía ya meses que rondaban por las redes sociales algunas fotografías de unas coloridas casas y un castillo medieval junto a un río, conjunto que se hacía llamar Miravet. Fue una suerte descubrir un día, poco antes de partir hacia el Delta, que aquel pequeño pueblo se encontraba a tan sólo 60 kilómetros de Riumar; el azar me estaba brindando una oportunidad que no podía dejar escapar. Mi padre aprovechó también para añadir al tour un lugar que le había aconsejado un compañero de trabajo y que resultó estar muy cerca: Les Coves Meravelles, en Benifallet.
Llegamos a Deltebre un miércoles por la tarde pero tuvimos que esperar hasta el viernes para poder hacer la excursión ya que las cuevas sólo abrían ese día y los fines de semana. Yo estaba emocionado e impaciente, el viaje entero (al menos desde mi punto de vista) giraba entorno a la visita a Miravet. Por fin, salimos del apartamento y pusimos rumbo norte, siguiendo siempre el cauce del gran Ebro y dejando atrás las vastas llanuras de la desembocadura. A medida que nos alejábamos del mar, el clima y la vegetación parecieron cambiar y aproximarse cada vez más al propio de la primavera. Una vez que dejamos Tortosa y penetramos en las escarpadas sierras interiores se hizo más evidente. Los centenares de almendros y cerezos en flor, plantados ordenadamente en pequeños terruños, contrastaban fuertemente con la aridez del Delta y creaban un bello paisaje blanco y rosado. Habíamos seguido las indicaciones del GPS al pie de la letra y aunque probablemente diéramos más vuelta, esto nos permitió recorrer el interior de la comarca y maravillarnos con aquellos valles de postal y con los pequeños y encantadores pueblos de montaña como Pinell de Brai.

Aquella mañana no habíamos madrugado demasiado y llegamos a Miravet ya bastante tarde, hacia las doce del mediodía, pero según habíamos leído con tiempo suficiente para visitar el principal foco turístico de la villa: El Castillo de Miravet. Una construcción sin duda fascinante y herencia palpable de nuestro pasado. Asentamiento íbero, fortaleza musulmana, castillo templario y hospitalario, residencia particular, punto de defensa republicano y franquista y finalmente museo; si aquellos muros hablaran las historias que contarían… Después de recorrer las distintas estancias, o lo que quedaba de ellas y tras superar los estrechísimos escalones de caracol llegamos a la terraza superior, desde la cual había unas vistas de escándalo de todo el conjunto amurallado, del río, del pueblo y de los valles colindantes. ¡Qué maravilla! y hacía dos semanas ni siquiera sabía de la existencia de este lugar…
Nos regodeamos bastante en aquella espectacular panorámica y al finalizar la visita ya se había hecho la hora de comer, así que nos dirigimos al único restaurante del pueblo. La comida no estaba mal, productos locales, sencillos y bien cocinados, pero el servicio dejaba mucho que desear. Para más inri, mientras comíamos el cielo se oscureció de golpe y empezó a llover. No pudimos dar un último paseo como me hubiese gustado y tuve que contentarme con sacar una última foto desde el muelle, realmente el mejor mirador del pueblo. Está claro que no todo será perfecto en un viaje pero no hay que dejar que pequeñeces como aquella emponzoñen el resto del día. La clave está en sonreír y buscar siempre el lado positivo. La verdad es que a pesar de las inclemencias del tiempo, me encantó aquella pequeña localidad de la comarca de Ribera d’Ebre y estoy seguro de que algún día volveré para descubrirla más a fondo.

Dejamos Miravet a primera hora de la tarde y recorrimos la angosta y sinuosa «vía florida» de vuelta a la carretera comarcal hasta nuestra última visita del día: les Coves Meravelles. Cruzando el río Ebro y cambiando de nuevo de comarca, se llega al pequeño pueblo de Benifallet, que es evidente no tiene el encanto de otros, pero no habíamos venido hasta allí para visitarlo a él, sino algo mucho más interesante. Dejamos Benifallet atrás y seguimos un par de kilómetros más por una estrecha carretera bordeando el río hasta una intersección que indicaba las Cuevas y nos adentramos en otra carretera interior – más estrecha aun si cabe – que nos condujo hasta la entrada. Esperamos con el resto del grupo (es un lugar mucho más turístico de lo que pensaba) a nuestra guía, que con un singular y encantador acento tarraconense nos llevó a la entrada de la primera cavidad. Si bien el nombre ya nos da alguna que otra pista, no se llega a entender del todo hasta que no se pone el pie en el interior y se visitan las tres grutas, las cuales desprenden un misticismo y una fascinación impropios de una simple roca. Pero es que no son sólo rocas; las cuevas están llenas de infinitas y ricas formaciones geológicas con divertidos nombre como macarrons, amfiteatre o excèntriques – ésta última mi favorita – que nos invitan a descubrir el pasado de nuestro planeta. Más de una sorpresa nos deparó aquella visita… ni por un momento imaginé que una piedra sería capaz de imitar a un órgano o infringir las leyes de la gravedad. Ahí lo dejo…

Es curioso cómo juega con nosotros el llamémoslo destino y qué ingeniosa puede ser la naturaleza. Hay veces que los lugares o las visitas más imprevistas acaban superando aquellas que veníamos dispuestos a ver. Es lo bonito de viajar: tras cada esquina hay un mundo entero que descubrir, sólo hay que salir a buscarlo. Regresamos al apartamento ya a última hora de la tarde, exhaustos pero llenos de nuevas y emocionantes experiencias. Quina meravella d’Ebre!
¡Me alegro que te haya gustado mi tierra! Algún día te tienes que venir a l’Ametlla de Mar. És un pueblo precioso. En verano hay más turistas que los mismos autóctonos (habo desde la experiencia, xD), pero ya estamos acostumbrados a oír hablar francés más que catalán y, de hecho, se enseña en el insti elfrancés, de tantos franceses que vienen, jajaj. Me parece curioso.
Miravet es una auténtica maravilla en todos los sentidos, sí 🙂
¡Sigue enseñándonos más lugares! Moltes gràcies!
Siiiii, Ametlla estaba en nuestra lista pero desgraciadamente nos faltó tiempo. Bueno creo que ya toda Catalunya, al menos la costa esta tomada por los turistas. Sí que me gustó muchísimo Miravet. Gràcies a tu pel comentari!!! Me hace mucha ilusión es el primero que me dejan, espero que de muchos. Gracias por el apoyo y presta atención que se avecinan muchas aventuras!!!