Amanecía en el diminuto pueblo de Ribera de Cardós, en medio del Parc Natural de l’Alt Pirineu. El silencio era abismal y las primeras luces del día se filtraban a través de las cortinas del comedor, que daban a un balcón en la parte trasera. Hacía bastante frío, quizás estábamos a 15 o 16 grados; algo que no era atípico para la época del año en aquellas latitudes, pero sí …
