De nuevo en tierras gerundenses y de nuevo alejados del mar, nos adentramos ahora en una región fantástica llena de leyendas y cuentos de hadas que giran alrededor del lago natural más grande de la Península Ibérica, l’Estany de Banyoles. Conocido popularmente como «el Ness catalán», también este cuenta con su propio monstruo: un dragón que, según cuenta la leyenda, ni el propio Carlomagno fue capaz de vencer y que aún de vez en cuando se deja ver nadando en las tranquilas aguas del estanque. No he podido ver yo a ningún dragón en mis múltiples incursiones a la ciudad, capital de la comarca de Pla de l’Estany, pero estoy totalmente seguro de que nadie debería ni por asomo perderse la oportunidad de visitar este lugar encantado.

Estany de Banyoles

Aquí, la vida entera ha transcurrido entorno al lago desde hace más de veinte siglos. Los primeros pobladores del lugar se asentaron en la ribera hace unos 7000 años y sus descendientes, tomando su ejemplo, acabaron desarrollando la tranquila ciudad que es ahora Banyoles, una de las más ricas de Catalunya cabe decir. Los restos del poblado Neolítico así como una reconstrucción de la vida cuotidiana de sus prehistóricos habitantes se pueden admirar en el fascinante yacimiento arqueológico de La Draga. Aquí mismo, mis compañeros de instituto y yo aprendimos a hacer un cuchillo-machete de la época con una rama, una punta de sílex, cuerda y una resina natural calentada en una pequeña hoguera. A nosotros nos resultó fácil porque ya teníamos las piezas a mano y herramientas modernas a nuestra disposición pero no soy capaz de imaginar cómo debían hacerlo los antiguos moradores con no más que los elementos dados por la madre tierra.

Volviendo a nuestros días, es una auténtica maravilla dar un paseo por la orilla del lago disfrutando del maravilloso ambiente natural y respirando ese clima apaciguador que desprenden sus aguas. Patos, algas movidas por la brisa, les Pesqueres (edificios blancos construidos para facilitar la pesca), algún que otro kayakista, los Pirineos de fondo… todos estos elementos y muchos más conforman el increíble paisaje banyolí. Solo una visita me hizo falta a mí para quedar totalmente prendado de este aura mágica y misteriosa, que me llevó a regresar a la zona hasta en seis ocasiones más. ¿Sería eso lo que paralizó al emperador y no le dejó combatir al monstruo?

Paradas junto al lago

Pero no todo es paz y tranquilidad. El calendario de la ciudad está marcado por decenas de eventos deportivos que tienen como sede (y no podría ser de otra forma) el estanque. Cientos de canoas y kayaks recorren sus serenas aguas desde que fuera acondicionado para competiciones de remo en los Juegos Olímpicos de 1992. También junto a la orilla se encuentra el Club Natación Banyoles, organizador de una de las travesías más antiguas del país, que este año celebra su 75 aniversario. Cada mes de setiembre, miles de niños, niñas, mujeres y hombres de distintas edades se zambullen en las profundas aguas para recorrer distintas distancias. La más larga, de 2100 metros, cruza el lago de punta a punta y es todo un reto hasta para los más preparados. Yo mismo la he nadado bastantes veces y pese a ser bastante dura, desde que la completé el primer año no he podido ni querido dejar de nadarla. No sé qué tendrá pero engancha a todo aquel que lo intenta. Tras la travesía, llega la ceremonia de premios y después el momento cumbre del día: la comida. Cientos de familias se reúnen junto a la orilla (cosa que sólo está permitida en eventos como este) para degustar todo tipo de platos caseros traídos en tuppers de colores: tortillas de patatas, conejo con tomate, carne rebozada…

Recuerdo con especial cariño uno de los primeros años; un grupo de amigos y nuestros padres, todos reunidos alrededor de un par de mesas plegables al borde del lago, comiendo, hablando de la prueba, contando chistes… cuando de repente empieza a llover a cántaros. No pensamos ni por un momento renunciar y volver a casa. Movimos todo el tinglado debajo un árbol y continuamos con la improvisada fiesta. Un día memorable, como tantos vividos alrededor del maravilloso Estany de Banyoles.

Mi madre a punto de nadar

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