Llegué a Pisa un lunes por la mañana. Era la primera vez que pisaba Italia y pensé que lo único interesante de aquella pequeña ciudad a pocos kilómetros del mar era su torre inclinada. Muchos antes me lo habían comentado y llegué a creerlo de verdad. Nada más lejos de la realidad. Eso es como decir que lo único interesante de París es la Torre Eiffel; y si habéis estado alguna vez en la ciudad de la luz, sabréis que no es cierto en absoluto. Por supuesto, una visita a Pisa estaría incompleta sin acercarse a su famoso monumento inclinado pero hay muchísimas más posibilidades para aquellos que améis andar y descubrir; por eso aquí va mi pequeña guía práctica para ver y vivir Pisa:

Piazza del Duomo

1. Cómo llegar y moverse en Pisa.

Empecemos por el principio. Si voláis hasta Pisa, lo tendréis bien fácil. El aeropuerto internacional Galileo Galilei está cerquísima de la ciudad, de hecho es uno de los pocos de Europa al que se puede ir andando desde el centro. Eso sí, el calor en verano es asfixiante y no conviene coger una lipotimia antes de empezar las vacaciones así que lo mejor es decantarse por el transporte público. Hay un autobús que os llevará en menos de media hora hasta la estación de trenes Pisa Centrale, el mejor sitio desde el cual empezar nuestra ruta. También existe un shuttle, una especie de tranvía, que os dejará allí en unos 5 minutos. Aviso a navegantes: el transporte público en Italia es bastante caro, al menos más que en España; el billete del shuttle por ejemplo nos costó 2,7 euros por persona. Solo ida.

Si en cambio voláis al aeropuerto Amerigo Vespucci de Florencia y queréis acercaros a Pisa en una excursión de un día, una de las más comunes, podéis optar por coger un tren que recorrerá los 84 kilómetros de distancia en una hora u hora y media dependiendo del número de paradas. También existen autobuses de línea, más baratos pero más lentos e incómodos que el tren o podéis alquilar un coche y recorrer la Toscana a vuestro aire.

En fin, prosigamos. Saliendo desde la estación ferroviaria todo recto y cruzando el río Arno, se llega a la Piazza del Duomo en poco menos de 10 minutos. Pero no hay prisa, si algo he aprendido en mi primer viaje a Italia es que el arte se respira en las calles. Es una auténtica maravilla caminar contemplando esos imponentes edificios de colores con la melodía de algún músico callejero de fondo. Aquí, el sentirse como en una película es algo constante.

Calle de Pisa
Río Arno

2. Piazza del Duomo o Piazza dei Miracoli.

La Torre Pendente (torre inclinada) es inevitablemente lo primero que se ve al llegar. Es enorme y ¡está inclinada! lo que supone una obviedad pero no deja de sorprender por mucho que se mire. En mi diario de viaje incluso anoté:

La verdad es que impresiona, está ridículamente torcida.

No dejará indiferente a nadie, eso seguro, y lo más curioso es que esta característica que tanta fama le ha aportado no fue más que un infortunio, un error humano como cualquier otro; y es que el monumento se construyó sobre un terreno algo pantanoso lo que propició la inestabilidad de los cimientos. No os preocupéis, hace unos años se llevaron a cabo una serie de medidas y según los ingenieros, no debería inclinarse más durante al menos los próximos 100 años. Habrá torre de Pisa para muchos más selfies.

Torre de Pisa, inclinación: 4º

Eso justamente es lo segundo que hace todo el mundo al llegar: una foto «sosteniendo» la torre. Los hay más clásicos y más originales pero cuando digo todo el mundo es todo el mundo, puede que tengáis que pelear con algún japonés con sombrilla para conseguir un hueco en la valla.

Tras la sesión fotográfica, seguimos la visita. En la misma plaza encontramos la Cattedrale di Santa Maria, el Battisterio di Giovanni (se construyeron antes que la torre), el Campo Santo Monumentale y el Museo dell’Opera del Duomo. Existe la posibilidad de comprar una entrada conjunta para todos los monumentos, una para dos, pudiendo escoger cuáles, y claro está la entrada para uno solo de los monumentos. La entrada a la catedral es gratuita, aunque se deben recoger los tickets en el Museo y la entrada a la torre se paga a parte; además es conveniente hacer la reserva por Internet si no se quiere tentar a la suerte y quedarse a las puertas de visitarla.

Nosotros decidimos entrar solamente al Baptisterio. Aquellos ricos detalles exteriores en mármol blanco y su tamaño colosal nos habían dejado boquiabiertos. El interior, por el contrario, es mucho más sencillo. Los frescos que se habían planeado y que iluminarían el techo no se realizaron por falta de presupuesto, el mismo motivo por el que solo la mitad del tejado exterior está cubierto por tejas. Esto, sin embargo, no fue impedimento para disfrutar de la visita, que nos sorprendió gratamente. Hacia la mitad, uno de los trabajadores se dirigió al centro de la enorme sala e inició una especie de cantos guturales que retumbaron por todo el espacio. Fue un momento realmente especial y de algún modo espiritual. Aún se me eriza el vello al recordarlo.

Detalles del interior del Baptisterio

3. Y un poco más…

Después llega uno de mis momentos favoritos del día: la comida. Al contrario de lo que pueda parecer, comer en Italia no es en absoluto caro en comparación con otros países europeos como Francia; y al tratarse de una zona tan turística hay ristoranti e trattorie (restaurante de comida casera) por doquier. Vuestra única preocupación será escoger en cuál entrar. Nosotros comimos en un coqueto restaurante en la Via Santa Maria, sin duda una de las calles que más me gustaron. Me enamoré por completo de esas fachadas de colores, a medio camino entre caerse a pedazos y constituir una obra de arte, de los ventanucos de madera pintados en verde y de los farolillos colgados en cada esquina.

Via Santa Maria, Pisa

Tras la comida continuamos explorando la capital de la antigua república marítima de Pisa. Existía la posibilidad de seguir alguno de los distintos itinerarios turísticos marcados en colores en los mapas de la ciudad así que escogimos el Piazza dei Miracoli, en rojo, que finalizaba en la estación de trenes, dónde habíamos dejado nuestro equipaje en consigna. Nos pusimos en marcha y al final de la Via Santa Maria torcimos a la izquierda y llegamos a la Piazza dei Cavalieri. Allí se encuentran el Palazzo della Carovana, sede de la Scuola Normale Superiore di Pisa, cuya bella fachada está repleta de motivos en azul que recuerdan a los edificios históricos de Oporto. Justo al lado está la iglesia de Santo Stefano dei Cavalieri, igualmente majestuosa. Dejamos la imponente plaza atrás y continuamos hacia el este por la Via Ulisse Dini, pasando por el rosado Palazzo del Podestà, hasta el Borgo Stretto, una maravilla de callejuela comercial volteada que desemboca en la Piazza Garibaldi. Un gran número de comercios se dedican allí a la venta de productos de cuero y piel, uno de los materiales más famosos y mejor valorados de la región. Lo cierto es que tuve que contenerme para no comprarme un bonito par de zapatos que estaban rebajados.

Santo Stefano dei Cavalieri
Via Ulisse Dini y Palazzo del Podestà

Cruzamos el Ponte di Mezzo, desde el que se obtienen una de las mejores vistas sobre el río Arno, y nos adentramos en el Corso Italia, una gran avenida comercial repleta de tiendas de ropa y complementos. Incluso las omnipresentes Zara y H&M parecen auténticas obras de arte estando enclavadas en los majestuosos edificios pisanos. ¿Para qué se necesitan museos si la propia ciudad es un recordatorio constante de su pasado? Esta es sin duda una de las razones por las que me he acabado enamorando de esta pequeña ciudad y del país entero. Tantos años de espera han merecido la pena. Acabamos el día tomando un helado en la Piazza Vittorio Emanuele II antes de coger un tren que nos llevaría a la soñada ciudad de Florencia, la segunda parte de nuestro viaje por tierras toscanas.

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