Últimamente me he dado cuenta de algo: tiendo a enamorarme fácilmente de todos los lugares que visito. No importa si hace mal tiempo, si las calles están abarrotadas de turistas o si hemos andado tanto que mis pies sólo quieren salir corriendo. Al final tan sólo soy capaz de ver la belleza de la ciudad, pueblo, montaña, río, lago, mar u océano donde me encuentro. No es algo que me preocupe en realidad, estoy contento con mi forma de ver el mundo, es sólo que ¿y qué pasa si esto cambia en el futuro? ¿Ya no seré capaz de disfrutar de algo que adoro tanto como es viajar? No lo sé. Pero mientras tanto lo descubro dejaré que mis cinco sentidos sigan deleitándose en cada viaje tanto como siempre; y si hay algún sitio que los ha puesto a prueba y me ha tocado de verdad la fibra en los últimos meses, ese ha sido sin duda Florencia. Por supuesto y salta a la vista, es una ciudad preciosa, pero no es sólo eso. Hay algo en ella que me enganchó nada más poner un pie en sus calles empedradas. Un aura, un cierto romanticismo que sólo se puede entender si se ha visitado Italia en alguna ocasión. Mis sueños de niño se hicieron realidad con este viaje y a pesar de mis muy altas expectativas, Florencia fue capaz de superarlas todas y regalarme cuatro de los mejores días de mi vida. Estas son 10+1 de las mejores experiencias vividas en Florencia:
índice de contenidos
- 1. Entrar en la Galleria Dell’Accademia di Firenze.
- 2. Visitar Santa Maria del Fiore.
- 3. Subir a la Cupola del Brunelleschi.
- 4. Cruzar el río Arno por el Ponte Vecchio.
- 5. Comprar un gelato en la Heladería Vivoli.
- 6. Visitar la Basílica de Santa Croce.
- 7. Subir a la Piazzale Michellangelo.
- 8. Deambular por la Piazza del Porcellino y la Piazza della Signoria.
- 9. Callejear sin rumbo alguno.
- 10. Dar una vuelta por la Piazza del Mercato Centrale.
- 10+1. Comer.

1. Entrar en la Galleria Dell’Accademia di Firenze.
Quizá el nombre de esta galería de arte no os suene en absoluto, pero si os digo que es el hogar del David de Michellangelo, probablemente una de las esculturas más famosas del mundo, seguro que entonces os animáis a visitarla. De hecho, esta es la razón principal por la que tantos turistas la visitan al cabo del año, incluido yo mismo. El arte siempre ha sido de mi interés, en todas sus formas y variantes. Aunque pueda no llegar a entender del todo una obra, respeto y admiro la creación y el trabajo del artista. Por otro lado, es cierto que la pintura y la escultura me cuestan un poco, especialmente si la materia es religiosa. Este es el caso de la Galería de la Academia. Su colección se compone de un gran número de cuadros y esculturas de los siglos XV y XVI y también del XIX, en su gran mayoría de temática bíblica. A pesar de ello, lo considero una visita esencial y tras un pequeño esfuerzo y un poco de interés por mi parte, lo cierto es que lo disfruté bastante. Al fin y al cabo no se podría entender la historia de Florencia sin Botticelli o Miguel Ángel, por ejemplo, y tampoco sin los Médici, esos grandes mecenas del arte que descubrieron e impulsaron las carreras de muchos de los artistas expuestos aquí. He de decir por eso, que mi parte favorita del museo fue la exposición de instrumentos antiguos, utilizados muchos de ellos por miembros melómanos de esta gran familia florentina.


Atención al comprar las entradas. Hay distintas formas de hacerse con un ticket: Primero, se pueden adquirir por Internet. Es una opción válida pero no creo que necesaria y además más cara que comprándolas directamente en el museo. Nosotros visitamos Florencia la primera semana de agosto, una de las más turísticas del año y no tuvimos problemas para comprarlas. Después, una vez en la ciudad, se pueden comprar en la ventanilla que hay justo en frente de la entrada del museo. Aquí, se venden tickets para unas horas en concreto, quiero decir que quizás hacéis la cola, como nos pasó a nosotros, a las 11 de la mañana y no os dan hora de visita hasta la 13:45 o quizá hasta el día siguiente. Esta opción es interesante porque una vez que os habéis hecho con las entradas, podéis continuar visitando el resto de la ciudad hasta que llegue vuestro turno, dirigiros después a la entrada de visitas reservadas y entrar prácticamente sin hacer colas. A esta opción se le aplica un pequeño plus al precio de la entrada habitual por reservar la hora. Por último y si no queréis pagar de más, tenéis la opción de hacer cola en la entrada del museo hasta que llegue vuestro turno para comprar el ticket y entrar directamente. Por supuesto es la opción más barata pero también la más lenta. ¡Cuidado! Cuidado con dejaros «engañar». A la entrada de la mayoría de monumentos hay distintos sujetos que trabajan para los propios museos y que os ofrecerán (a veces demasiado insistentemente) saltaros la cola y una visita guiada en vuestro idioma. Suena muy suculento pero los precios de estas entradas son prácticamente el triple que cualquiera de las otras opciones. Para que os hagáis una idea, a nosotros las entradas con reserva nos costaron 36 euros (4 personas) y las que nos ofrecía uno de estos empleados, superaban los 90 euros. Creo que no compensa en absoluto.
2. Visitar Santa Maria del Fiore.
Este es el símbolo de la ciudad y el orgullo de sus habitantes y con razón, de hecho es una de las catedrales más impresionantes que he visitado. Su tamaño es realmente impactante, siendo uno de los templos de la cristiandad más grandes del mundo, y la belleza de sus muros en mármol blanco, rosa y verde no tiene parangón. Cuando se llega a la Piazza del Duomo, por cualquiera de las calles desembocantes, es inevitable: la boca se torna casi al instante formando una O y las cuerdas vocales crean un simple pero indicado OOOOOh. Es absolutamente increíble. Los adjetivos que he podido aprender durante todos estos años me parecen ineficientes a la hora de explicar como me sentí al verla por primera vez. Por no mencionar la increíble cúpula que encabeza todo el conjunto. ¡Espectacular!

El interior me pareció curiosamente mucho más pequeño de lo que se veía por fuera, pero igualmente impresionante. La entrada a la catedral es gratuita y como os podéis imaginar las colas son kilométricas pero valen la pena sinceramente. El resto del conjunto lo forman el Campanario, el Baptisterio, la Cripta y la Cúpula de Brunelleschi. Todo esto último de pago. Florencia me pareció realmente cara en cuanto a entradas de monumentos se refiere, incluso teniendo en cuenta que hay algunas como estas que son prácticamente obligatorias. Convendría, esta vez sí, que reservaseis la subida a la cúpula a través de la página web oficial, pues es una de las visitas más demandadas. El precio incluye además la entrada al resto de monumentos y por favor, no hagáis como yo, no cometáis el error más tonto del mundo. Cuando entréis a la catedral, llevaos las entradas con vosotros para poder bajar a la cripta y así os evitaréis hacer dos veces una hora y media de cola. Es importante que sepáis además que la entrada al resto de monumentos se permite solo a partir del día que hayáis reservado la subida a la cúpula, así que convendría que organizarais la entrada a la catedral para el mismo día o los dos siguientes (tiene validez para 72 horas) que la cúpula.
El Baptisterio de San Giovanni es otra gran obra de arte. El exterior no rivaliza con el de Pisa, pero el interior y en especial su gran techo con motivos y escenas en pan de oro son infinitamente más bonitos. Otro detalle a tener en cuenta es la ricamente ornamentada Puerta del Paraíso. Nosotros no la pudimos ver en todo su esplendor ya que estaba en obras pero a través de las rendijas parecía realmente preciosa.
La cripta, bajo la sala central de la catedral, es realmente interesante. Aquí podemos encontrar restos de las distintas construcciones que ocuparon el espacio, en especial de la antigua catedral de Santa Reparata, la iglesia medieval sobre los restos de la cual se construyó la actual Santa María del Fiore.
La subida al Campanario es otro de los tops de la ciudad. Desde la base y tras 82 metros y 414 escalones se llega a la terraza superior desde donde hay una de las mejores vistas de toda la ciudad y de sus preciosos tejados de ladrillo granate. Eso sí, es una visita un tanto dura físicamente así que os recomiendo que os llevéis una botella de agua, sobretodo en verano.
3. Subir a la Cupola del Brunelleschi.

La subida a la Cúpula de Brunelleschi, la cúpula más grande del mundo, es sin duda el Top 1 de las cosas que hacer en Florencia. No son solo su belleza, su colosal tamaño y las impresionantes vistas que hay desde lo alto; esta gran obra de la ingeniería medieval aguarda multitud de sorpresas para los apasionados de la historia como yo. Nuestro guía por ejemplo, nos contó como el hueco que ocupa la bóveda se mantuvo vacío durante años porque ningún arquitecto de la época tenía los conocimientos necesarios para desarrollar la cúpula que se había planeado inicialmente. Imaginaos, una iglesia de tales proporciones con un agujero inmenso en su tejado durante años y años. Es interesante además que Filippo Brunelleschi, el autor y solucionador de la incógnita no fuera ni siquiera arquitecto, sino un simple orfebre. Otra curiosa anécdota, una de mis favoritas, gira entorno a los increíbles frescos que la cubren por dentro y a su autor Giorgio Vasari. Él tampoco era pintor sino arquitecto y contrariamente a lo que pueda parecer al observar los murales, tenía solamente unas nociones básicas en esta especialidad. Pero no fue exactamente por su traza como pintor por lo que se convirtió en una de las personas más odiadas de la época. Según cuenta la historia, los florentinos estaban enormemente orgullosos de su cúpula y cuando las obras interiores acabaron, se echaron todos sobre Vasari pues el ángulo en que se habían pintado los murales «achataban» y empequeñecían la estructura (sí que es verdad), algo inaudito. Pobre hombre.
Eso sí, los claustrofóbicos absteneos de subir. Aunque menos cansada que la subida al campanario, sus pasillos y escaleras, algunas tremendamente inclinadas, son ciertamente estrechos, aunque de verdad vale la pena pasar «el mal rato». Otra cosa, si podéis, subid por la tarde, hace menos calor y la luz de las últimas horas de sol le da un toque muy mágico al paisaje.

4. Cruzar el río Arno por el Ponte Vecchio.
Este es otro de los símbolos más famosos de Florencia. ¿Quien no ha visto alguna vez una fotografía del famoso puente sobre el río Arno? Se trataría, por otro lado, del típico puente de piedra medieval que uno puede encontrarse en cualquier ciudad europea si no fuese por el curioso detalle de que multitud de negocios de oro y joyas abren sus puertas allí mismo, a ambos lados de a cazada. Este tipo de comercio lleva aquí desde el siglo XVI, antes los ocupaban carnicerías y charcuterías, cuyos dueños fueron expulsados del espacio por el entonces cabeza de familia de los Médici pues el olor a sangre y tripas le parecían nauseabundos y prefería «algo con más caché». En esta ciudad prácticamente todos los monumentos tienen relación con la familia soberana. Otra historia cuenta que el Gran Duque Cosmo I de Médici mandó construir un corredor secreto sobre el puente que conectaba varios de sus palacios para poder ir de un lado al otro sin ser visto por la gente del pueblo. Me sigue sorprendiendo el poder que tenía una sola familia sobre toda la ciudad y el resto de la Toscana. Dejando la historia a parte, me gustaron también las preciosas vistas que hay de los edificios de colores construidos junto al río y del resto de puentes que lo cruzan. Toda una maravilla.
5. Comprar un gelato en la Heladería Vivoli.
Cuando comentamos que íbamos a venir a Italia este verano, todo el mundo nos dijo que teníamos que probar los helados italianos porque eran los mejores del mundo. Y ya que íbamos a comernos uno o dos, queríamos hacer de la experiencia algo único y mágico. En la Via dell’Isola delle Stinche abre sus puertas la heladería artesanal Vivoli, la más antigua de toda Florencia. Uno de los hermanos Vivoli abrió el primer establecimiento de la familia allí, en el famoso barrio de Santa Croce, en el año 1929, primero como cafetería y un par de años más tarde como heladería; y desde entonces… La tiendecita aún conserva ese encanto de otra época y sus productos no se si serán los mejores del mundo pero si son los más buenos que he probado yo. Suaves, cremosos y nada empalagosos. ¡Una delicia! El helado de coco, ¡una pasada! Y el de chocolate… se me hace la boca agua solo de pensarlo. Se diría que gracias al helado tuve uno de esos momentos de plena felicidad que todos experimentamos de vez en cuando: habíamos comprado cada uno una tarrina pequeña e íbamos paseando por las bulliciosas e históricas calles del centro, absortos en nuestros propios pensamientos, mientras el sol comenzaba a ponerse y aparecían las primeras sombras de la noche. Ya solo por eso valió la pena el viaje.

6. Visitar la Basílica de Santa Croce.
En el mismo barrio y en la Piazza del mismo nombre se encuentra la renacentista Basílica de Santa Croce que, con perdón de Santa María del Fiore, es mi iglesia favorita de Florencia. El motivo no sabría decirlo exactamente pero me quedé totalmente prendado de este templo en el corazón de la ciudad. La nave central es realmente magnífica, me atrevería a decir que incluso más que la de Santa María. Allí descansan además grandes personalidades de la historia italiana como Miguel Ángel, Nicolás Maquiavelo, Galileo Galilei o Guillermo Marconi, el inventor de la radio. El claustro y la sacristía son igualmente impresionantes así como el espacio destinado a la memoria de los caídos en la Primera Guerra Mundial. Es interesante y también triste además visitar una de las salas junto al claustro en la que se recuerda la terrible y dramática inundación que padeció la ciudad en 1966 y que dañó buena parte de la basílica. Todavía se pueden observar las manchas de agua que marcan la altura hasta la que creció el río, muy cerca del techo. Pero la visita no se acabó ahí, el tamaño de ese templo es realmente impresionante, tras cada esquina aparecía otra sala, otro recoveco interesante lleno de obras de arte. Uno en especial me pareció fascinante. Cerca de la sacristía, en un discreto pasillo se encuentra el taller de cuero. Carteras, cinturones, libretas, chaquetas y todo tipo de complementos artesanos se hacen allí de este material tan preciado en la región y que ha atraído a celebridades de todo el mundo como Robert Downey Jr o Diana, princesa de Gales. Una visita realmente completa y muy enriquecedora.
7. Subir a la Piazzale Michellangelo.
Esta es otra de las grandes experiencias florentinas por excelencia. Al otro lado del río Arno y tras superar una fuerte pendiente se llega a la Piazzale Michellangelo. Si lo habéis visitado o si algún día lo hacéis, entenderéis porque he escrito «subir» y no «llegar». Pero este esfuerzo vale infinitamente la pena. Las vistas que se obtienen desde las barandillas de esta gran plaza son realmente increíbles, ESPECTACULARES. Podemos admirar toda la ciudad desde aquí: El Palacio de los Médici, Santa María del Fiore, la Basílica de Santa Croce, el ponte Vecchio, los Jardines de Bóboli… todo. De nuevo la luz y la magia del atardecer aparecieron y deslumbraron mi día convirtiéndolo en uno de los más especiales de mi vida. Hay que tomárselo con calma por eso. No es un lugar para venir, hacerse cuatro selfies y pasar de largo. Es un lugar para sentarse a reflexionar y admirar el paisaje. Parece que todavía estoy allí con la mirada perdida en esas vistas de infarto. También es un buen lugar para comprarse un granizado en los muchos puestos que hay y así refrescarse y descansar de la caminata del todo el día.

8. Deambular por la Piazza del Porcellino y la Piazza della Signoria.
Muy cerca de la Piazza del Duomo y del Ponte Vecchio se hayan estas dos famosas y concurridas plazas florentinas. En la Loggia del Mercato Nuovo, se encuentra la popular Fontana del Porcellino, razón por la que este espacio es comúnmente conocido como Piazza del Porcellino. Según la tradición, el frotar el morro del animal de bronce es símbolo de buena suerte y asegura el retorno a la ciudad; y en una segunda parte del mito se dice que si se introduce una moneda en la boca, se deja caer y esta se mete en la rejilla, traerá además fortuna. Por supuesto y después de esperar pacientemente mi turno, yo lo probé también y aunque no soy demasiado supersticioso y la moneda no se introdujo en la rendija, que no se diga que no he hecho todo lo posible por volver a Florencia. A pesar del actual uso meramente decorativo y turístico, inicialmente la fuente tenía la función de abastecer a los vendedores que comerciaban en la lonja con sedas y otros tejidos. Por otro lado, esta estatua es solo una copia de la que encargó Cosme de Médici y que está expuesta en la galería Uffizi. En realidad se trata doblemente de una copia ya que la versión que se expone allí es una copia de la primera realizada en los 80. La anterior se encuentra en el museo Bardini.

Unos metros a la izquierda se llega a la impresionante Piazza della Signoria. Este ha sido el corazón de la vida en la ciudad desde épocas romanas y es el lugar dónde se encuentra el Palazzo Vecchio, antaño residencia de los Médici y hoy sede del consistorio. Este es sin duda uno de los palacios más impresionantes y representativos de la ciudad y también uno de mis favoritos. No recuerdo exactamente dónde leí que existía una lucha por ver quién construía la torre más alta pues esto era un símbolo de riqueza y poder. Está claro que ganaron los Médici. También es importante mencionar el gran despliegue de estatuas que hay en la plaza como por ejemplo, una reproducción del David (la original se encontraba aquí antes) o la Fontana de Neptuno, por desgracia también en obras cuando nosotros la visitamos. En cualquier caso, este es un lugar único y crucial en la ciudad y su historia y un buen lugar desde el que empezar o terminar cualquier ruta por Florencia.

9. Callejear sin rumbo alguno.
Nada de fútbol o baloncesto. El verdadero deporte nacional del país es el callejeo y es que si algo he aprendido en mi primera estancia en Italia es que, a pesar de la ingente cantidad de museos y galerías; la historia, la cultura, la música… la vida en general está en la calle. Es una auténtica maravilla recorrer la ciudad a pie sin saber qué se va a descubrir tras cada esquina, qué asombrosa imagen u obra aparecerá ante nuestros ojos. La luz y las sombras adoptan en estas maravillosas calles italianas formas y colores totalmente únicas que cautivaron mi corazón y que jamás olvidaré. Esta es sin lugar a dudas mi forma favorita de viajar, nada de itinerarios fijos ni mapas, solo caminar y caminar y dejarse llevar, explorando sin rumbo los callejones con vida de esta asombrosa ciudad.
10. Dar una vuelta por la Piazza del Mercato Centrale.
Este es otro de mis lugares favoritos de la ciudad. En realidad no es comparable en belleza con el resto de monumentos que visitamos durante nuestra estancia pero tiene un cierto parecido a la plaza del mercado central de mi ciudad y eso me pareció en cierto punto reconfortante. En el centro encontramos el gigantesco mercado central de Florencia, un edificio de tres plantas con multitud de puestos de alimentos. La primera planta sería lo que todos conocemos como mercado, con los típicos puestos de fruta, pescado, carne, etc. La segunda y tercera planta las ocupan puestos de comida para llevar y tiendas de productos tradicionales de la zona: pasta de mil y una formas y colores, salsas, dulces, chocolate y casi todo lo que se pueda imaginar. Aquí mismo se encuentra también una escuela de cocina estilo Master Chef a la que no me hubiese importado asistir.
En el exterior y alrededor de todo el complejo se montan y desmontan cada día centenares de paradas de complementos realizados en cuero, recuerdos de la ciudad y otros productos artesanales. Es un lugar genial para comprar algo que regalar a familias y amigos o a nosotros mismos. Las compras son otra parte fundamental de la personalidad italiana igual que el buen comer.

10+1. Comer.
Comer quizá no constituya una experiencia única para muchos y pido perdón por adelantado a Catalunya, a España y a todos los países que aún me quedan por visitar por lo que voy a escribir pero no había comido nunca tan bien como en Italia y no creo que lo vaya a hacer jamás. La cocina típicamente mediterránea de la zona en realidad se asemeja bastante a la de mi casa pero no tienen punto de comparación en gusto y calidad. No sé qué será, quizá los productos de la Toscana o quizás es que el paisaje de Florencia me tenía tan cautivado que hasta mis papilas gustativas estaban distraídas, el caso es que disfruté comiendo como jamás lo había hecho. El risotto con salsa de calamar y la tartaleta de crema y chocolate con frutos del bosque del restaurante Il Teatro; las salchichas y la chuleta de cordero a la parrilla y el zuccotto de la Gratella o la pizza Mamma Napoli con tomate natural, queso de Parma Denominación de Origen y bordes rellenos de queso del Mamma Napoli. Mmmmm… No puedo dejar de pensar en todos esos platos deliciosos que acabaron de rematar este gran viaje. En Mamma Napoli, nuestro camarero, Luís, un joven colombiano, nos iluminó sobre la verdadera cocina italiana y sobre la razón de ser del coperto, un pequeño plus que cobran los restaurantes para sufragar los altos impuestos que el gobierno les obliga a pagar (si no recuerdo mal, más del 50%). A cambio nosotros le explicamos la típica forma de tomar el café y en especial el café con hielo en España. Todo un intercambio cultural. Fue precisamente en la terraza de este maravilloso restaurante en la plaza del Mercado Central y bajo una preciosa puesta de sol de tonos azules y rosados donde acabó nuestro increíble periplo por tierras toscanas. ¡Ciao Florencia!
