Situado en un enclave rocoso de la Costa Brava, este pequeño pueblo es uno de los más bellos de la provincia de Girona. Su población apenas supera los cinco mil habitantes pero este número se duplica o triplica durante los meses de verano, cuando una horda de turistas llegados de toda Europa inunda las playas y las calles de esta antigua villa pesquera.

El turista o viajero tiene a su disposición tres fantásticas playas, una al oeste, otra en el centro y la última al este, junto al casco antiguo. Sus maravillosas localizaciones y sus aguas cristalinas hacen única la experiencia tanto del bañista como del deportista, que podrá practicar paddle surf y submarinismo, entre otros. Sus reducidos tamaños, por contra, hacen que siempre estén abarrotadas por lo que deberéis daros prisa si queréis coger un buen sitio. Además, os recomiendo fervientemente que madruguéis y os deis un baño a primera hora disfrutando de la increíble salida del sol y de la soledad de la mañana. Quizá sea una de las experiencias más relajantes que he vivido. Si lo que deseáis es tan sólo estar en contacto con la naturaleza y disfrutar de las vistas, las mejores se obtienen desde el mirador del Camí de Ronda, una ruta senderista que resigue el litoral gerundense, junto al casco antiguo.

Tossa de Mar

Pero no son sólo las playas y el espléndido entorno natural lo que atrae a tanta gente hasta este lugar, sino también su patrimonio cultural y su fresca gastronomía típicamente mediterránea. El recinto amurallado de la Vila Vella es un perfecto ejemplo de las construcciones defensivas del medievo y el paseo por el interior es muy recomendable. También deberíais subir hasta lo alto del peñón, donde se encuentra el antiguo faro, ahora reconvertido en bar de copas.

Fuera de las murallas, en el pueblo en si, se encuentra la sobria Capella de la Verge dels Socors, construida en el siglo XVI y remodelada en el XVIII. Siendo Tossa un pueblo tan pequeño, no hay mucho más que ver, aunque para completar vuestra estancia, no deberíais olvidaros de callejear por el centro, entrar en los puestos locales, quizá tomaros un aperitivo en algún bar con vistas a las murallas y por la noche dar un largo paseo por el paseo marítimo, refrescaros con la brisa marina y disfrutar de la iluminación del casco antiguo.

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