¡Hola 2023! ¿Qué tal?
Curioso es que ninguno de mis anteriores resúmenes viajeros los hubiera iniciado saludando al nuevo año. Mas como 2022 ha resultado bastante atípico, ¿por qué no empezar a contarlo también de forma distinta?
Atípico en el sentido de mi completa y casi absoluta ausencia en este blog y en mis redes sociales. Atípico porque, a pesar de ello, 2022 ha sido probablemente el año en que más aviones he cogido y -sin duda- el año en que más proyectos y aventuras profesionales (y personales) me he embarcado. Es esta, quizás, la razón principal de mi absentismo: por muchas -o poquísimas- ganas que tuviese de volver a sentarme delante de mi escritorio, he ido manejando mi tiempo libre a trompicones y muy poco me ha quedado realmente para dedicárselo a este pequeño proyecto mío que, sin embargo, no he querido dejar ir del todo. Pero no nos quejaremos tampoco mucho, pues como digo, aventuras no le han faltado a 2022 y qué mejor momento ahora para repasar todas y cada una de ellas:
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Mis primeras aventuras del año y el Máster en Periodismo de Viajes
Hablaba de situaciones atípicas, de mi absentismo y de gestionar mi tiempo libre a contracorriente y es de todo ello que surge precisamente el primero de los dos únicos artículos publicados este año: Sobre la nieve y mis primeras aventuras del 2022. Un segundo (o primer) resumen viajero del año en el que me remontaba (parece que un siglo atrás) a algunas excursiones improvisadas que habíamos hecho durante los meses de enero y febrero y al inicio de aquella gran aventura que ha resultado ser el Máster en Periodismo de Viajes. ¿En serio que de eso hace un año sólo? Parecieran centurias. En cualquier caso… No sé con cuánto detalle debería volver a remontarme a aquellas pequeñas escapadas, mas si creo que es relevante, al menos, mencionarlas.
La primera semana de febrero, mi amiga Valentina, su hermana pequeña y yo nos abrochamos nuestras chaquetas más gordas y remontamos en cremallera el Valle de Núria para pasar, lo que pretendía ser, un fin de semana de nieve y esquí. Nieve, más bien poca y esquí, era nuestra primera vez así que os podéis imaginar los golpetazos contra el suelo; pero de risas… de risas fuimos sobrados. Nosotros somos así: conseguimos convertir siempre las experiencias más comprometedoras en las más bizarras y divertidas. En definitiva, fueron los dos días de paz y desconexión que necesitábamos para afrontar el inicio del nuevo año.

Y fue justo al día siguiente de nuestro regreso cuando empezó la GRAN aventura de este 2022: mi Máster en Periodismo de Viajes. Ando todavía algo aturdido tras las muchas clases de decenas de profesores, viajeros, escritores, diseñadores, reporteros, fotógrafos y profesionales de los viajes, el turismo y la comunicación que, ante todo, nos han demostrado que sí se puede vivir de esto. Eso es lo que, al fin y al cabo, me llevo yo del Máster: experiencias ajenas que nutren nuestros propios sueños. No grandes clases magistrales, ni enseñanzas rompedoras, pero sí consejos, andanzas, errores cometidos y mucha, muchísima ilusión; todo lo que al final ayuda a mantenernos firmes en esta aventura de descubrir el mundo y contarlo. Eso y una buena ristra de anécdotas y proyectos diversos y divertidos que han surgido en todos estos meses junto a mis adorados compañeros, algunos de los cuales son ya amigos. Por mencionar algunos: hemos hecho una mini guía de la Barcelona de Joséphine Baker, hemos escrito un libro sobre las fuentes de Barcelona, grabado un documental sobre el festival Bardentreffen (más abajo), visitado el Montseny y Montserrat… y mucho más.
Siempre quedarán cosas que se pudieron haber hecho mejor y que pudimos haber disfrutado más, como todo, pero yo querría quedarme con lo positivo y con la cantidad de posibilidades que se me han presentado en el mundo de la comunicación, las redes sociales y los viajes. Así que por ello, estoy contento y agradecido.


Además, a través del Máster he conseguido unas prácticas en el mismo Gabinete de Comunicación y Educación de la UAB -organizador del Máster- para llevar sus redes sociales y actuar un poco como creador de contenido. Empecé el uno de diciembre y tengo contrato hasta el próximo mayo. Y por el momento estoy disfrutando de lo lindo con la libertad creativa que se me está dando y sobre todo por ser algo a lo que yo jamás había aspirado de forma «profesional». Quién sabe qué sucederá de aquí a mayo, si me contratarán (yo así lo quisiera), si no, si habré de buscarme otro empleo en esta línea del contenido y los viajes, si conseguiré sacar adelante mi proyecto personal (eso sí lo quisiera). Todo se andará. En cualquier caso, coincidirá mayo también con el fin de un ciclo de 5 años en la cocina de Telepizza. Este ha sido mi primer trabajo, donde me dieron esa primera oportunidad y con cuyo sueldo me he ido costeando todas las aventuras de estos últimos años y por todo ello, estaré siempre infinitamente agradecido, pero como digo, se ha cumplido un ciclo. Es momento de pasar pagina, de abandonar el nido e ir en busca de otros trabajos, otras oportunidades y otras aventuras que, espero -y lucharé para ello-, estén más relacionadas con mi vocación persistente (Leer el desenlace al final).
En cualquier caso, ya veis que he estado ocupado con ideas y trabajos que orbitan un poco alrededor de mi proyecto personal, del que me había distanciado un poco, pero que me han ayudado a reforzar con herramientas y motivaciones nuevas y que ahora quiero retomar y poner miras a poder vivir de él algún día.

Y mientras todo eso sucedía, no os penséis que he estado parado. Ya os decía que me he mantenido bien ocupado y más allá del Máster, de sus proyectos y del Telepizza, he ido descubriendo poco a poco rinconcitos de Catalunya, de España y de alrededores que no conocía y aventurándome en otras regiones de Europa que no pensé conocer tan pronto:
Después de nuestra escapada de esquí en Núria y aún ávidos de montañas y nieve, Valentina, Milenka, David y yo nos subimos al coche de este y escalamos dirección a Andorra. Fuimos sin más pretensiones que las de pasar un día entre amigos, salir de la rutina y sí, quizás volver a pisar un poco la nieve. Al final, lo conseguimos todo y pasamos un día de los que no se olvidan. Comimos como nunca, llenamos nuestra galería de fotos invernales, cerramos la visita con una increíble puesta de sol y terminamos cenando pizza en Domino’s. Un día realmente especial para los cuatro.

Un verano policromático
Pero el invierno terminó y las nieves se fundieron. Los árboles florecieron y las temperaturas empezaron a subir. La primavera pasó también entre el trabajo y los proyectos del Máster y por fin llegó el verano. Época para escapar de la rutina, para cumplir sueños y aventurarse hacia lo desconocido. Y sinceramente, creo que el verano no pudo haber empezado de mejor forma. La tercera semana de julio, mi amiga Ana y yo nos subimos al primer avión del 2022 y aterrizamos en mi siempre adorada, estimada y preferida París. Una escapada corta -24 horas-, alocada, sin alojamiento, sin dormir, sin maletas. 24 horas que además coincidieron con la última jornada del Tour de Francia. Imaginad: el centro atestado, paralizado, las vías de acceso y el metro cerrados. Hubimos de andar muchísimo, pasar calor y comernos una cola kilométrica, pero al final, lo logramos: a las 17:30 del día 25 cruzábamos las puertas del Stade de France y nos sentábamos en nuestros asientos reservados con meses y meses de antelación para asistir a uno de los eventos más increíbles de los que se tiene constancia: La gira Chromatica Ball Tour de Lady Gaga. Allá nos concentramos más de 76.000 fans enloquecidos. 76.000 personas cantando al unísono sus hits universales de la última década, llorando, riendo, saltando e iluminando el cielo parisino con los flashes de nuestros teléfonos móviles. Se me queda corto el diccionario para describir lo increíble que fueron aquellas dos horas y lo maravilloso de seguir cumpliendo sueños de este calibre. Volvimos a casa más que agotados, híper extasiados y tremebundamente emocionados. ¡Menudo viaje inaugural!

Dos días en casa para dormir las muchas horas que nos faltaban, para lavar, vaciar y llenar de nuevo las maletas y volver a poner rumbo al aeropuerto. Una de las actividades insignia del Máster en Periodismo de Viajes es su trabajo final. Consiste en un viaje a un destino europeo o norteafricano donde los estudiantes desarrollan un trabajo de campo sobre ese destino, sobre su cultura, su gastronomía, sus tradiciones, sobre algún personaje característico… En conclusión, algún tipo de producción (no importa el formato) de calibre turístico y periodístico sobre esa ciudad o país. A nosotros, después de algún tropezón con nuestro destino inicial (Edimburgo), nos asignaron la pintoresca e histórica ciudad de Núremberg, en la Baviera alemana. Hartos de leer sobre la Segunda Guerra Mundial y sobre los famosos juicios contra los nazis, decidimos enfocar nuestro proyecto-documental en el Festival del Bardentreffen o Encuentro de los Bardos. Un evento único de música al aire libre que se celebra cada año en el casco antiguo de la ciudad. Tres días a finales de julio que transforman la carga histórica de Núremberg en el escenario del Festival de música al aire libre y gratuito más grande de toda Europa.


Si no habéis oído hablar sobre él, no os preocupéis. El poco conocimiento y la falta de información online sobre el evento fue una de las losas a las que nos enfrentamos durante nuestro proceso de investigación. Sin embargo, resultó ser también nuestra gran oportunidad: la de enseñar al mundo hispanohablante una porción de Alemania aparentemente desconocida y sumida en la oscuridad, pero que en realidad rezuma luz, color y música por cada costado. De tres días que duró el festival, nos acabamos quedando ocho (muchísimos más de lo habitual) por necesidades de producción y al final, porque encontramos en aquel rincón entre valles bávaros un hogar donde sentirnos cómodos y estimados por todos sus vecinos. La sensación fue un poco la misma que tuviera hace ya unos años en Irlanda: la de haber visitado un país que inicialmente no estaba en mi lista, que no me llamaba si quiera la atención, pero haber vuelto, aun así, completamente enamorado de sus calles, de su ritmo y de sus ciudadanos y la de querer volver a la zona cuanto antes para seguir explorándola. En nuestro caso, nos quedamos con las ganas de hacer ruta por la vecina Selva Negra y visitar alguna de las poblaciones de la región como Bamberg. Pero bueno, volveremos seguro. Mientras tanto, podéis echar un vistazo a nuestro documental Voces de Núremberg y seguir inspirándoos para descubrir rincones tan especiales como este y escuchar la pluralidad de voces de nuestro maravilloso planeta.

Al volver a casa a mediados de agosto y después de dos increíbles viajes a mis espaldas, la inevitable sensación de que el verano estaba por terminar y de que necesitaba aprovechar los últimos días de sol y libertad empezó a golpear con más fuerza. Y por supuesto, le hice caso. Sería un día 25 que mi amiga Alba y yo cogeríamos mi cochecito rojo y partiríamos de nuevo hacia mi estimadísima Costa Brava; esta vez para visitar un punto que yo aún desconocía: las playas de Begur.
La primera parte del día la pasamos recostados sobre la arena de las playas de Illa Roja y del Racó, dos encantadores arenales frente al Mediterráneo más frío, donde pasar las horas muertas al sol y atreverse a algún baño rápido. Apunte: si no queréis arruinaros, mejor no compréis nada en el chiringuito de Illa Roja. Nivel de ruina: 5 euros la lata de Nestea.

Después de terminar nuestros respectivos tuppers de colores y tras otros cuantos baños de sol, agua y arena, nos volvimos a subir al coche y reseguimos las curvilíneas y zigzagueantes carreteras de montaña de l’Empordà un poco más, hasta la que probablemente sea la cala más famosa de la comarca: Sa Tuna. Incrustada en un enclave boscoso, la pequeña cala de piedra y aguas cristalinas hace ya largo tiempo que dejó de ser un secreto bien guardado y se convirtió en una de las playas más populares de Begur, pero y con razón. Pues aunque cueste encontrar un rinconcito donde recostar la toalla y los bártulos, visitarla se hace esencial, especialmente al atardecer. El pedregal se vacía entonces ligeramente y los turquesas se iluminan con los últimos rayos del astro rey, impactando también sobre las fachadas blancas de las privilegiadas casas de verano que se arrinconan sobre la playita. No hay mejor momento para explorar un poco la zona, llenar la retina de fotografías y quedarse prendado, una vez más, con los colores de nuestro siempre preferido Mediterráneo.

El otoño más católico
Aquella sería la última excursión del verano de 2022 y tras ella, vuelta a la rutina, al trabajo, a las clases y a soñar despiertos. Las hojas volverían a enrojecerse y se empezarían a desprender y el otoño regresaría una vez más para despedir el verano. Y como ya nos venía pasando desde hacía un par de años, este tiempo se nos hizo también un poco largo. Las vacaciones de invierno nos quedaban todavía muy lejos, pero nosotros teníamos aún esa energía sobrante del letargo veraniego así que, qué mejor que invertirla en un viaje. Para ello, buscamos un lugar cercano, para irnos un fin de semana, un destino no muy extenso, una ciudad europea que caminar con calma, que aún mantuviera un poco el buen clima, que no fuera muy cara… En fin que tras barajar varias opciones, mi amiga Olga y yo encontramos la solución perfecta en Málaga, sin duda, una de las capitales más interesantes de nuestro territorio peninsular. A los pies del ya océano Atlántico, abrazada por las Sierras Penibéticas, tierra ocupada por celtas, romanos, visigodos, casi ocho siglos por musulmanes y tomada por los Reyes Católicos; una gastronomía marina riquísima, un animado ambiente nocturno… En definitiva, todo lo que dos chavales de 25 años podrían necesitar para pasar un buen puente de octubre.

Partimos hacia allá un viernes 30 de setiembre, para volver ese mismo lunes 3 de octubre. Mi situación durante el viaje no fue realmente la mejor: una otitis que me había dejado medio sordo, unos medicamentos para esta que me destrozarían el estómago y me tendrían dos noches encogido en la cama y alguna que otra calamidad -indigna de mención- que me encontraría por la ciudad. Pero aun y con todo, creo que pudimos acabar disfrutando un poco de lo que la ciudad tenía que ofrecer: vestigios arquitectónicos impresionantes, un clima envidiable para inicios de otoño, muchos paseos, alguna que otra comilona y al final, la capacidad de desconectar de la rutina y cargar pilas para afrontar el último trimestre del año. Sí me queda un sabor agridulce de la experiencia, más por mí mismo y por mis circunstancias, que no por la ciudad en sí, que nos acogió tan buenamente como pudo. Así que 2022 me abres otra cuenta pendiente, que ya veremos cuando puedo saldar. Esperemos que muy pronto.

Fin de año en las montañas
Y así como arrancaba el año, volaba otra vez de forma fugaz ante nuestras narices. Y lo cierto es que no me había dado cuenta, hasta este preciso instante en que buscaba un título para el último apartado, de cuan circular había acabado desarrollándose todo. Porque si habíamos iniciado 2022 buscando la nieve, las montañas, el aire puro… lo terminaríamos con los mismos propósitos de año nuevo pero en una región un tanto más elitista. Nuestros amigos David y Milenka, en un giro inesperado de los acontecimientos, decidieron mudarse a la pequeña (y rica) nación de Suiza en busca de quizás buenaventura, quizás desventura, pero seguro que de muchas, muchas aventuras. Y en estas estaban, intentando hacerse un hueco en Ginebra y acomodándose a sus nuevos ritmo y tren de vida, que decidieron invitarnos a pasar con ellos los últimos días del año para disfrutar de un tastet de su antigua vida y compartir buenos momentos con algunos de sus mejores amigos. Y por supuesto, la oferta de volver a verlos después de tantos meses, con alojamiento y guías incluidos, era algo que no podíamos rechazar.

Así que a las 6 de la mañana del 30 de diciembre nos subimos al avión de Easy Jet para aterrizar, poco más de una hora y media después, en las «gélidas» tierras de Ginebra. Gélidas entre comillas porque para la época del año y el destino, podríamos hablar incluso de calor. Una segunda ironía: el país más caro que yo haya visitado, me pareció que tenía los vuelos más económicos que yo haya tomado (35 euros ida y vuelta, maletas a parte).
En cualquier caso, nuestros queridos amigos nos acogieron en su adorable apartamento ginebrino y nos condujeron por la ciudad y sus bellísimos alrededores. En los siguientes 5 días tuvimos la oportunidad de visitar lagos, montañas y pueblos con encanto, de pisar la nieve, relajarnos en unos baños termales low cost y despedir el año con una cena a la española no tan low cost. Los 5 ya sabíamos que aquel no iba a ser un viaje turístico al uso y es así que se nos quedaron tantos, tantísimos lugares por visitar y muchísimas ganas de explorar con más calma una de las joyas naturales de Europa y de hacerlo especialmente en sus trenes panorámicos, según tengo entendido, una experiencia viajera única en el mundo. Mas vamos a centrarnos en lo que sí pudimos experimentar: un primer bocado -literal y figurado- de uno de los países más ricos del mundo, sí en dinero, pero también en gastronomía, belleza paisajística e influencias interculturales. Un pequeño diamante en el centro de Europa que vale la pena visitar y que, descubrimos, no supone tantísimo esfuerzo como quisiera parecer. Lo contaré todo próximamente en uno o varios artículos, así que atentos, atentos que este año se viene mucho contenido y muy diverso.

Año nuevo, vida nueva
Volvimos de Suiza cargados. No de equipaje, ni de souvenirs, que habíamos mal comprado en el Duty free del aeropuerto, mas de imágenes, recuerdos, experiencias y sobre todo, muchas ilusiones. Empezar el año de viaje siempre es refrescante y motivador y aunque al día siguiente volvimos a la rutina y al trabajo, esas imágenes y esos sueños no se olvidaron fácilmente…
Generalmente, es en este apartado cuando hago verdadero balance del año en toda su complejidad y valoro pensamientos y metas para el siguiente. Pero como decía, 2022 fue un año atípico y es de cajón que la publicación de este artículo lo vaya a ser también. Ahora, a 27 de marzo, ha pasado por delante casi un trimestre del 2023. Y es así que también se han sucedido mis primeras aventuras:
Fue el segundo fin de semana de febrero que Alba me convencería para hacernos una escapada rápida a Roma. Sinceramente, yo no lo había planeado, ni tenía intención, ni se me había pasado por la cabeza volver a embarcarme tan pronto; por eso, cuando me dijo que viajáramos, me hice un poco el sueco. Pero cuando me tocó el tema de Italia y aún más, se atrevió a mencionarme Roma, caí rendido, deshecho, no me quedó más remedio que, con los ojos ligeramente húmedos por la emoción, mover la cabeza en modo afirmativo. Es obvio que en este blog se ha hablado mucho de sueños viajeros, de los cumplidos y de los que quedan por cumplir. Pero sólo dos han sido los destinos que me han quitado el sueño, el habla y hasta el hambre. Sólo dos: Roma y Nueva York. Y no me puedo creer que, a estas alturas, haya conseguido cumplir ya uno de ellos. Habrá que ir, pues, a por el segundo y seguir sumando otros nuevos.
De lo acontecido en aquellos brevísimos dos días, no quiero comentar tampoco mucho porque lo trataré en profundidad en un futuro artículo; pero sí adelantaré que, sino decepcionante, mi affaire con la Città Eterna me dejó algo tibio y más que sorprendido yo mismo por ello. Es más, puedo afirmar, quizás como unpopular opinion, que de todas las visitadas, Florencia sigue siendo mi italiana preferida.

No lo imaginaba pero, tras volver de Roma, a mi trabajo en Telepizza le quedaban solamente unos pocos días contados. No lo sabía tampoco cuando empecé a escribir este artículo, tantos meses atrás, y es por eso que, en otro giro atípico de los acontecimientos, desenlazo ahora una de las cuestiones que me planteaba al inicio: mi futuro laboral.
Tantas, tantísimas horas entre mi trabajo y mis prácticas fueron haciendo mella y al final me empezó a pasar algo que yo nunca habría creído posible: llorar de cansancio y de impotencia (no hablamos quizás lo suficiente de la insatisfacción en este blog). Por otro lado, las prácticas me estaban empezando a abrir puertas que no podía cruzar del todo por sentirme aún atado a la cadena alimenticia. Todo eso, sumado a la ayuda y el impulso de mi familia y de mi increíble novio (lo siento curiosos, de esto no daré más detalles), hizo que tomara la definitiva y tan esperada decisión de separarme, por fin, de Telepizza. De dejar a un lado (que no atrás), increíbles amistades, experiencias compartidas, algunos euros ahorrados y muchas, muchas risas y emprender este nuevo y emocionante camino laboral y viajero. Gracias de nuevo por todo y nos vemos al otro lado.
En cuanto a este futuro viajero más inmediato, se inician este sábado las vacaciones de Semana Santa y por supuesto, aprovechando que es la primera que tengo libre en casi 5 años, hemos organizado algo con mis amigos. Nos escapamos un par de días, también por primera vez en años, hacia tierras tarraconenses. El pequeño pueblo de Tivissa será nuestro campamento base y desde aquí, ¿quién sabe?; quizás alguna ruta senderista o puede que alguna visita a la Prehistoria… hay muchas opciones, pero nada definitivo, ni planeado todavía. Nos dejaremos llevar…
Tras ello, ya tenemos otro vuelo planeado a finales de mayo, ahora sí que con mi trabajo recién estrenado. Gracias a una beca que han otorgado a mi Gabinete de investigación, me uniré a un grupo de estudiantes y juntos partiremos hacia Bruselas. Desde allí, tendremos la oportunidad de recorrer Brujas y Gante y el motivo principal del viaje, visitar el Parlamento Europeo.
No sé mucho más. A unas pocas semanas de firmar mi nuevo contrato con la UAB, tengo casi la mitad del año viajero planeado, otra mitad aún abierta y casi en blanco y a mí mismo, listo para aventurarme de lleno en 2023 y dejarme sorprender. Qué nuevas oportunidades se presenten en mi camino es algo que tendremos que averiguar, si queréis, todos juntos. Prometo, eso sí, mantenerme mucho más activo y volver a retomar mi más intensa pasión que es escribir sobre viajes.
Mientras tanto, gracias por acompañarme un año más y aunque sea algo tarde, feliz 2023.